Río:
A mí, que beso tus piedras de canto rodado,
concédeme el milagro
de sanar mis huesos.
A Alejandro Henríquez
No puede encerrarse el clamor del mar,
en un frasco sellado;
no puede
limitarse la corriente de un río,
al estrecho discernimiento
de este sistema autoritario.
Alejandro:
te alzarás como un árbol reverdecido
sobreviviendo al incendio.
El río está desbordado,
replicando tu sonrisa.
las calles empedradas de San Pedro,
Están reclamando tus pasos.
Y las piedras de canto rodado que se arrastran [en la playa:
gritan para que salgas en libertad.
La ciudad y sus cúpulas
La ciudad y sus niños hambrientos.
Y pensar que esta ciudad,
guarda en cada uno de sus rincones,
un secreto que me duele.
Un lamento que flota como vaho sobre las avenidas
Buscando infructuosamente su lugar en alguna cloaca.
Y pensar que esto somos:
Corazones hambrientos que pueblan las azoteas.
Y que escuchan cada madrugada,
El eco del llanto de los niños,
Que sube hasta los ventanales,
tocando los vidrio con su dedo de brisa.
Y pensar que esto somos:
Un perro taciturno que ladra en algun callejón.
Un corazón a medias
Deborado por los gatos que caen como gotas de los campanarios.