Es de todos sabido que desde niño siempre me ha acompañado un sentimiento de fatalidad; un desasosiego que me ha sido tolerable, y que ha ido creciendo con los años.
Analizándolo más afondo, considerando todas las variantes: no sé de donde viene ese sentimiento, esa ansiedad, que ni siquiera en mi juventud, ya por estos años, tardía, ha dejado de asecharme; y más ahora, que ya puedo notar el paso de los años por mi cuerpo.
En fin, ahora, paso revista sobre esa mancha crónica que ha marcado mi existencia, irracional tal vez para unos, aceptable tal vez para otros, y que el ruido que nos proporciona la vida, lo que llaman felicidad, no ha podido servir de paliativo.
Siempre me ha acompañado un sentimiento de nostalgia, que logra acrecentarse más cuando veo todo lo que he perdido, no en el aspecto material, sino, en lo concerniente a recuerdos, verbigracia: lugares por los que he pasado, fotografías, seres queridos que ya no están, enfermedades que he vencido, días que se restan en mi línea de vida, etcétera.
Se que todo esto parecerá baladí para muchos, pero es muy importante, en lo que a mi concierne.
Si eres un ser humano con conciencia, detente a pensar por un momento:¿ cuál es el sentido de tu vida? Sin tomar ninguna respuesta del exterior. Hazlo en el fuero interno de tu alma, y te darás cuenta que te estás quedando sin tiempo, que no eres un ser consciente de tu propia existencia. Sólo abre los ojos, en verdad, y sabrás que no son dramáticas ni fatalistas mis palabras.
Durante mucho tiempo he mantenido ese sentimiento de fatalidad dormido, ocupándome en mi día a día de las faenas que cada situación me presenta, pero, quería por lo menos en estas líneas sincerarme con el mundo, con este mundo actual, que poco o nada se interesa en estos temas, y dejar claro esto: la existencia, la verdadera conciencia es dolorosa, lo malo es que todos nos engañamos ocultando el dolor, adormeciéndolo con el placer.
En ningún momento quiero convencerte con mis palabras, ni siquiera pretendo que veas el mundo como yo lo veo, no quiero adeptos a este tipo de sentimiento, ver la vida así, es un verdadero calvario, que no le deseo a nadie, simplemente pretendo en esta carta abierta, sincerarme contigo.
Puedo decir, que las únicas cosas que pueden darme consuelo son la lectura, la literatura, la filosofía, el arte, y la música, que han sido para mí, una verdadera bendición, pues me han ayudado a hacer mi mundo más respirable, ahí es donde he encontrado mi madero de deriva que me ayuda a no ahogarme en este mar de la existencia, y de la conciencia, si es que acaso la tengo.
Quisiera escribir líneas más esperanzadoras, más acordes con lo que todos, en general, quieren oír; pero es lo que hay por el momento, y puedo decir, por lo pronto, que la carta abierta para este año, al menos hasta este punto y final, ha cumplido con mi catarsis.