Río:
A mí, que beso tus piedras de canto rodado,
concédeme el milagro
de sanar mis huesos.
A Alejandro Henríquez
No puede encerrarse el clamor del mar,
en un frasco sellado;
no puede
limitarse la corriente de un río,
al estrecho discernimiento
de este sistema autoritario.
Alejandro:
te alzarás como un árbol reverdecido
sobreviviendo al incendio.
El río está desbordado,
replicando tu sonrisa.
las calles empedradas de San Pedro,
Están reclamando tus pasos.
Y las piedras de canto rodado que se arrastran [en la playa:
gritan para que salgas en libertad.
La ciudad y sus cúpulas
La ciudad y sus niños hambrientos.
Y pensar que esta ciudad,
guarda en cada uno de sus rincones,
un secreto que me duele.
Un lamento que flota como vaho sobre las avenidas
Buscando infructuosamente su lugar en alguna cloaca.
Y pensar que esto somos:
Corazones hambrientos que pueblan las azoteas.
Y que escuchan cada madrugada,
El eco del llanto de los niños,
Que sube hasta los ventanales,
tocando los vidrio con su dedo de brisa.
Y pensar que esto somos:
Un perro taciturno que ladra en algun callejón.
Un corazón a medias
Deborado por los gatos que caen como gotas de los campanarios.
A Luis Bernal
Amarga es la hora de la tarde,
en la que paso bajo el puente
que cruza el río de luces.
Ya el sol nos ha quemado el rostro.
Y hoy estoy a la orilla,
de este mes infausto como quien se encuentra a la orilla de un río,
pensando en matarme o reírme de mi mismo.
Si hubiéramos cruzado leves palabras
talvez ambos nos habríamos salvado.
Yo te habría hablado de mis constantes suplicios,
que me duele la existencia dicen algunos.
Tu me habrías hablado de tu dolor
Y juntos habríamos concluido
Que nuestras vigilias son hermanas.
Sólo quedaron aquellas cosas que no conquistamos.
Como la vida termina en un instante:
Tu desición fue tomada.
Quisiste eternizarte frente al río de luces,
O quizás sólo querías encontrar la paz
Que la conciencia de estar vivo no te daba,
Porque amarga es la hora de la tarde,
Cuando las esperanzas se acaban,
Y la memoria se vuelve suplicio,
La angustia intermitente
De la vigilia perpetua.
Que sabemos de más allá del olvido
Si todo será nada,
Ni un recuerdo, ni un sueño.
Ni siquiera la tragedia existe,
Ni el heroísmo.