Al terminar con estos dos años de
silencio. Al estar ya fuera de esa autocensura que me impuse dos años atrás, puedo
dar constancia de lo banal que fue esa época de aislamiento. He visto ahora,
desde mi rincón, como todos mis coetáneos ha crecido; mientras tanto, yo, me he
visto sometido, a tratar de caminar de nuevo, con las piernas rotas.
Es duro cuando me doy cuenta que algunos temas
que antaño medianamente dominaba, hoy me son desconocidos: ha sido un gran retroceso,
pues hasta en mis propios escritos del
pasado no logro reconocerme. Saber que
hoy me es tan difícil juntar dos párrafos que estén medianamente redactados.
Este año me propuse volver a
emerger de la cloaca, donde pasé escondido durante todo este tiempo; viendo nada
más, como todos seguían con sus vidas, mientras yo me hundía,( sin reproches
porque nunca le he pedido nada a nadie) y me anegaba cada vez en la fosa. Es preciso
emerger, para ya no seguir a la zaga. Así
como afirma el Maestro Adolfo Bioy Casares:
El mundo no espera a los rezagados.
No es amenaza, es simplemente una
reiteración de vida, un tratar de recobrar la poca dignidad que me queda. En
estos tiempos, cuando hasta el más mezquino de los seres humanos quiere mofarse
a mi costa. Donde hasta el más abyecto quiere imponerse sobre mi cabeza: siempre
he creído en la humanidad, y por esa candidez que me ha caracterizado, por confiar y creer en
los otros, es que me he visto en las más decepcionantes situaciones: por eso
hoy declaro, yo que no le debo nada a nadie, más a mi familia, que si no me
defiendo no es por debilidad, sino, por
considerarme siempre un hombre sensato, y el mundo, así de vulgar como es, ha demostrado que no quiere
nada con los hombres sensatos.