lunes, 16 de mayo de 2016

Introito extemporáneo



Cuando te vuelves a someter a las preguntas: ¿Qué harías frente la muerte de tu ser más querido? Y ¿Cómo la muerte de ese ser querido te recuerda que cada día vas perdiendo algo que nunca más volverás a recuperar?: alguna vivencia, tus recuerdos, o alguna habilidad. Y que todo lo que hayas hecho, lo que fuiste, a los seres que amaste, se perderán en la nada del tiempo.  

Cuando te das cuenta que el tiempo te devora, implacable. Y sientes que nadie más hará memoria de tu paso por esta vida, porque nadie está obligado a hacerlo, pues cada quien tiene que tener la voluntad moral de defender su propia memoria. En esos momentos es cuando empiezas a escribir sobre tu pasado, tratando de recuperar aquellos recuerdos que te hicieron ser quien ahora eres: el valioso individuo único e irrepetible, que por el momento respira, se alimenta, duerme, siente alegrías y angustias, certezas e incertidumbres, pero sobre todo sufre y ama en esta época que le ha tocado vivir.
      
En esos momentos es cuando tratas de sacar de la mina de tu memoria todos los recuerdos, y tratas de escribir sobre tu infancia, investigar sobre tus antepasados, y expresar tus sentimientos actuales y analizar las distintas formas de pensar a través de todas las etapas y ciclos que has vivido, notado cuanto has cambiado, no sólo física, si no también psicológica y espiritualmente. Sin embargo te das cuenta que en el fondo queda una esencia que ha sido inmutable a través de los años, y que por no tener un mejor término para nombrar terminas llamándola: la limpieza o suciedad de tu corazón, o el peso de tu alma.   

Escribe también tu propia historia, a mí me interesaría conocerla: aparte de amar y tratar de hacer el bien a los que te rodean, para que al menos alguien te recuerde con amor: es la única forma en la que puedes vencer a la muerte.  

Recuerda: el tiempo nos devora,  implacable.

sábado, 7 de mayo de 2016

Antonia González

Mónica Antonia González Alegría de Orellana era el nombre de mi abuela paterna, mejor conocida como Mama Toña entre sus hijos, nietos y bisnietos.
Originaria de Suchitoto, departamento de Cuscatlán, Mama Toña fue una persona trabajadora, que desempeñó labores como microempresaria en la producción de alimentos. Mucha gente recuerda los famosos tamales hechos por Mama Toña, que en su tiempo fueron muy famosos en la comunidad donde vivíamos.   
A Mama Toña le interesaba mucho la gente: ella era capaz de recordar los cumpleaños de todos sus familiares y allegados. De recordar con cariño a toda su familia y amistades, hablaba bien de todo el mundo, siempre dispuesta a ayudar a los demás, en vida no le conocí enemistad alguna, y todas sus contemporáneas, entre amigas y compañeras de la Legión de María, la conocían como Toñita.
De personalidad religiosa, llevaba en sus oraciones a todos sus familiares y conocidos. Con una fe inquebrantable, sirvió como Legionaria de María por varios años, hasta que la la enfermedad no la dejó levantarse; por eso, uno de los recuerdos que siempre llegan a mi mente cuando rememoro a Mama Toña, es cuando en su funeral la despidieron con los honores propios de la orden Legionaria, entre ellos, la entonación del Himno de la  Legión, que provocó el llanto en mi, llanto que por cordura o, por machismo, había reprimido durante todas las exequias, y que no pude contener al escuchar las notas de tan hermosa composición.
Otro de los recuerdos que está presente en mi memoria, es cuando en la ceremonia de velación, me acerqué al féretro abierto para verla por última vez: a mi no se me da mucho el recordar los rostros, puedo ver el rostro de un amigo o un familiar  y cuando quiero rememorar su cara se borra de mi mente al momento, pero con Mama Toña no me ha pasado así, la recuerdo exactamente como la vi por última vez, cuando me acerqué, con los ojos del adolescente que en ese momento era: Mama Toña parecía dormida, con un rostro placido que expresaba bondad y dulzura.
Mama Toña: me enseñaste tantas cosas, entre ellas, que tengo que llevar en mis oraciones, tanto a las personas que amo, como a aquellas que ni siquiera se acuerdan de mi, y hasta a los que me quieren mal.


  

   
   

lunes, 2 de mayo de 2016

Otra glosa de Borges

Un escritor, o todo hombre, debe pensar que cuanto le ocurre es un instrumento; todas las cosas le han sido dadas para un fin y esto tiene que ser más fuerte en el caso de un artista. Todo lo que le pasa, incluso las humillaciones, los bochornos, las desventuras, todo eso le ha sido dado como arcilla, como material para su arte; tiene que aprovecharlo. Por eso yo hable en un poema del antiguo alimento de los héroes: la humillación, la desdicha, la discordia. Esas cosas nos fueron dadas para que las transmutemos, para que hagamos de la miserable circunstancia de nuestra vida, cosas eternas o que aspiren a serlo. ”

Tomado de:
Borges, J.L. Siete Noches, 1999. Página 157. Alianza Editorial: España.