Cuando te vuelves a someter a las
preguntas: ¿Qué harías frente la muerte de tu ser más querido? Y ¿Cómo la
muerte de ese ser querido te recuerda que cada día vas perdiendo algo que nunca
más volverás a recuperar?: alguna vivencia, tus recuerdos, o alguna habilidad. Y
que todo lo que hayas hecho, lo que fuiste, a los seres que amaste, se perderán
en la nada del tiempo.
Cuando te das cuenta que el tiempo te devora, implacable. Y sientes que nadie más hará memoria de tu paso por esta vida, porque nadie está obligado a hacerlo, pues cada quien tiene que tener la voluntad moral de defender su propia memoria. En esos momentos es cuando empiezas a escribir sobre tu pasado, tratando de recuperar aquellos recuerdos que te hicieron ser quien ahora eres: el valioso individuo único e irrepetible, que por el momento respira, se alimenta, duerme, siente alegrías y angustias, certezas e incertidumbres, pero sobre todo sufre y ama en esta época que le ha tocado vivir.
En esos momentos es cuando tratas
de sacar de la mina de tu memoria todos los recuerdos, y tratas de escribir
sobre tu infancia, investigar sobre tus antepasados, y expresar tus
sentimientos actuales y analizar las distintas formas de pensar a través de todas
las etapas y ciclos que has vivido, notado cuanto has cambiado, no sólo física,
si no también psicológica y espiritualmente. Sin embargo te das cuenta que en
el fondo queda una esencia que ha sido inmutable a través de los años, y que
por no tener un mejor término para nombrar terminas llamándola: la limpieza o
suciedad de tu corazón, o el peso de tu alma.
Escribe también tu propia historia, a mí me interesaría conocerla: aparte de amar y tratar de hacer el bien a los que te rodean, para que al menos alguien te recuerde con amor: es la única forma en la que puedes vencer a la muerte.
Recuerda: el tiempo nos devora, implacable.