lunes, 16 de mayo de 2016

Introito extemporáneo



Cuando te vuelves a someter a las preguntas: ¿Qué harías frente la muerte de tu ser más querido? Y ¿Cómo la muerte de ese ser querido te recuerda que cada día vas perdiendo algo que nunca más volverás a recuperar?: alguna vivencia, tus recuerdos, o alguna habilidad. Y que todo lo que hayas hecho, lo que fuiste, a los seres que amaste, se perderán en la nada del tiempo.  

Cuando te das cuenta que el tiempo te devora, implacable. Y sientes que nadie más hará memoria de tu paso por esta vida, porque nadie está obligado a hacerlo, pues cada quien tiene que tener la voluntad moral de defender su propia memoria. En esos momentos es cuando empiezas a escribir sobre tu pasado, tratando de recuperar aquellos recuerdos que te hicieron ser quien ahora eres: el valioso individuo único e irrepetible, que por el momento respira, se alimenta, duerme, siente alegrías y angustias, certezas e incertidumbres, pero sobre todo sufre y ama en esta época que le ha tocado vivir.
      
En esos momentos es cuando tratas de sacar de la mina de tu memoria todos los recuerdos, y tratas de escribir sobre tu infancia, investigar sobre tus antepasados, y expresar tus sentimientos actuales y analizar las distintas formas de pensar a través de todas las etapas y ciclos que has vivido, notado cuanto has cambiado, no sólo física, si no también psicológica y espiritualmente. Sin embargo te das cuenta que en el fondo queda una esencia que ha sido inmutable a través de los años, y que por no tener un mejor término para nombrar terminas llamándola: la limpieza o suciedad de tu corazón, o el peso de tu alma.   

Escribe también tu propia historia, a mí me interesaría conocerla: aparte de amar y tratar de hacer el bien a los que te rodean, para que al menos alguien te recuerde con amor: es la única forma en la que puedes vencer a la muerte.  

Recuerda: el tiempo nos devora,  implacable.

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