martes, 18 de octubre de 2016

Francisco Guirola.

Nacido en la primera década del siglo XX, Francisco Guirola Morán, era originario de Izalco, municipio del departamento de Sonsonate, ubicado al occidente de nuestro país: hasta la fecha, esa información me parece un tanto incierta, pues no he podido corroborarla con un documento fehaciente; pero, en palabras de mi madre, mi bisabuelo materno: José María Guirola, emigró con el niño recién nacido hasta Santa Ana, donde se asentaron en una zona rural al sureste de la cabera departamental, lugar que posteriormente se llamaría: caserío “Los Guirola”. 

Papa Chico, como era conocido entre sus hijos y nietos, era una persona disciplinada. De carácter fuerte y ordenado. Se dedicaba a la agricultura y a la ganadería. Mi madre me comenta que en los  años cuarenta, cuando los vehículos en El Salvador no eran muy comunes, él ejercía también el oficio de carretero, y que emprendía largas jornadas hasta el puerto de Acajutla con su yunta de bueyes llevando café o caña de azúcar.   

Muchas cosas recuerdo de mi abuelo, y puedo presumir, aunque esa presunción parezca cruel, que entre todos sus nietos, yo era el preferido. Me acuerdo que me hacía “troncomóviles” de madera, un detalle que hoy en día para algunos parecería simple, pero en mi interior era una gran muestra de afecto. También jugaba conmigo haciéndome sus famosos “venados”, el juego consistía en que él me tomaba por los brazos y piernas con sus manos, y me daba vueltas y vueltas hasta marearme, me parecía tan divertido que siempre que lo veía le decía: “Hágame un venao pa’chico”. Como dije arriba, aunque era una persona muy sería, y hasta severa, con los nietos se sabía ablandar, como todo buen abuelo.

Son esas, y más cosas las que recuerdo de papa chico. 

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