Siempre he estado en desventaja frente a la vida. Desde la infancia, siempre siendo el más débil, siempre el más cobarde; un perdedor empedernido. Sea contra los demás, o contra mi propia persona: siempre he perdido el juego.
En estos días me dije: “ya tienes que ganar alguna vez,
tienes que ponerte en igualdad de condiciones con la vida”; y sucedió lo que no
esperaba, el peor de los casos haciendo su acto de presencia cómo siempre: una
notificación negativa que jugaba en mi contra: iba a perder mi blog, y con él,
todo lo que por años había escrito. Sé que para muchos dicho problema no era
para alarmarse, más de alguno pensaría: “nadie va a morirse por eso…”; pero yo sí,
porque despedirme de mi blog era cómo si me desalojarán del último lugar donde
me sentía a salvo; mi espacio público/privado, donde publicaba mis
sentimientos, mis ideas, mis expectativas a futuro: el arma con la que me
defendí durante tanto tiempo.
Otro factor para tenerle un gran cariño, fue que gracias a
él conocí, aunque de manera virtual, a personas excepcionales, con quienes
durante años compartí todo lo dicho en el párrafo anterior.
A todos estos argumentos agregaría: “¿deberíamos
considerarnos nostálgicos aquellos que nunca desistimos de nuestros blogs? ¿Seremos
acaso cómo aquellos que se aferran a guardar sus vinilos y escucharlos a pesar
de las nuevas tecnologías de audio?”, recordando en sí, aquella frase que yo escribiera
alguna vez en mi Facebook, cuando hice apología de la comunidad blogger.
En fin, tenía un plazo establecido, hasta el 1 de diciembre.
Yo, en lugar de poner cartas en el asunto, me sentía sin armas ni ideas para
solucionarlo, así que emergió esa parte negativa de mí, que evade los problemas para no sufrir: me
sumergí en la procastinación, traté de desviar mi atención y mi ansiedad en las
cuestiones cotidianas. Hasta que mi actual pareja, (ella no quiere que ventile
su nombre, pues prefiere mantenerse en el anonimato); me ayudó a encontrar
soluciones.
No entraré en detalles de cómo pude revertir la situación:
al final, así, sin exageración alguna, al filo del plazo establecido: fue, si
me permiten la comparación, cómo anotar un gol en el último segundo. Aunque fue un gol de empate,
pues no ha sido un triunfo: dándome así, un apretón de manos con la vida.