Yo soy mis lentes y mis botas,
mi miopía y mi cojera;
con mis canas, arrugas y cicatrices,
bien ganadas,
en mi pelea con el mundo,
que he sabido campear a mi manera.
La vida me sonríe de amor,
me sonríe a su modo,
con su manera extraña de tejer destinos,
y el azar,
de crear laberintos.
Siempre fui más adulto que mi edad,
aunque siempre he tenido el corazón de niño,
sonrío como niño,
sonrío junto a los niños jugando a la guerra.
Algún día habré de morir,
y se me recordará en las neuronas carcomidas de las personas que me conocieron,
cómo aquel niño alborozado que se asoma de vez en cuando a mis ojos.
sábado, 15 de diciembre de 2012
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