Recuerdo el cuento de un antropólogo, que internado en la amazonía, estudia la cultura de una comunidad de caníbales. Nuestro personaje convive con los naturales, se relaciona más de la cuenta con ellos; la delgada línea entre el observador y los observados se rompe, y cuando él creía comprender todas sus prácticas, ellos lo asesinan durante un rito extático.
Repaso con claridad el argumento de ese relato, lo raro es que no puedo acordarme del nombre del autor; son extraños los azares de nuestra memoria: talvez pude haberlo escrito yo, pero no lo recuerdo.
Una historia similar sucedió recientemente, la metáfora es la misma, pero el escenario es distinto, ya no era la selva amazónica, y el protagonista no era un antropólogo. Es extraño el juego del destino, que le gusta calcar historias de la ficción y reproducirlas a escalas monstruosas en la realidad.
Repaso con claridad el argumento de ese relato, lo raro es que no puedo acordarme del nombre del autor; son extraños los azares de nuestra memoria: talvez pude haberlo escrito yo, pero no lo recuerdo.
Una historia similar sucedió recientemente, la metáfora es la misma, pero el escenario es distinto, ya no era la selva amazónica, y el protagonista no era un antropólogo. Es extraño el juego del destino, que le gusta calcar historias de la ficción y reproducirlas a escalas monstruosas en la realidad.
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