Unos solidísimos bribones. Varios de ellos han explotado nuestros mundos. Sin necesidades, y escasamente apremiados en poner por obra sus brillantes facultades y su experiencia de vuestras conciencias. ¡Qué hombres tan maduros! ¡Unos ojos embrutecidos a la manera de la noche estival, rojos y negros, tricolores, de acero picado por estrellas de oro; rostros deformes, plomizos, lívidos, incendiados; alocadas voces roncas! ¡La marcha cruel de los oropeles! –Hay algunos jóvenes – ¿Cómo contemplarían a Querubín? – provistos de espantosas voces y de ciertos recursos peligrosos. Se les manda a pavonearse por la ciudad, ataviados con un lujo repulsivo.
¡Oh el más violento paraíso de la mueca airada! ¡No tiene comparación con nuestros faquires y las demás bufonadas escénicas! En unos vestidos improvisados con un gusto de pesadilla, escenifican lamentos, tragedias de malandrines y de semidioses espirituales como nunca lo han sido la historia o las religiones. Chinos, hotentotes, bohemios, necios, hienas, Molochs, viejas demencias, siniestros demonios, mezclan los giros populares, maternos, con actitudes y ternuras bestiales. Interpretarían nuevas piezas y canciones para . Maestros juglares, transforman el lugar y las personas, y emplean la comedia magnética. Llamean los ojos, la sangre canta, los huesos se ensanchan, corren las lágrimas y unos hilillos rojos. Su mofa o su espanto duran un minuto, o meses enteros.
Sólo yo tengo la llave de este salvaje desfile.
Tomado de: Arthur Rimbaud (2001) PROSA COMPLETA: Las iluminaciones, Cátedra: Madrid.
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