A Luis Bernal
Amarga es la hora de la tarde,
en la que paso bajo el puente
que cruza el río de luces.
Ya el sol nos ha quemado el rostro.
Y hoy estoy a la orilla,
de este mes infausto como quien se encuentra a la orilla de un río,
pensando en matarme o reírme de mi mismo.
Si hubiéramos cruzado leves palabras
talvez ambos nos habríamos salvado.
Yo te habría hablado de mis constantes suplicios,
que me duele la existencia dicen algunos.
Tu me habrías hablado de tu dolor
Y juntos habríamos concluido
Que nuestras vigilias son hermanas.
Sólo quedaron aquellas cosas que no conquistamos.
Como la vida termina en un instante:
Tu desición fue tomada.
Quisiste eternizarte frente al río de luces,
O quizás sólo querías encontrar la paz
Que la conciencia de estar vivo no te daba,
Porque amarga es la hora de la tarde,
Cuando las esperanzas se acaban,
Y la memoria se vuelve suplicio,
La angustia intermitente
De la vigilia perpetua.
Que sabemos de más allá del olvido
Si todo será nada,
Ni un recuerdo, ni un sueño.
Ni siquiera la tragedia existe,
Ni el heroísmo.
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