sábado, 12 de enero de 2019

Los golpes de la vida.

Es de todos conocido el refrán popular que reza de la siguiente manera: "La experiencia entra por el pellejo". De  ahí podemos deducir que el aprendizaje, en la vida, de una u otra forma, tiene algo de táctil: el conocimiento duele, y mucho más si entra por la piel.

De ahí me remonto a mi niñez: cuando pasaba largas horas obligado a pasar sentado en una dura banca; durante mi época escolar. Recuerdo los maltratos que recibía de algunos profesores, cuando quería revelarme al status quo establecido por la arcaíca didáctica a la que fui sometido. Quién no recordará los reglazos recibidos por la maestra en palma de las manos: de ahí, puedo obtener mi primera experiencia afirmando el refrán arriba escrito.

Ya en el terreno de la vida puedo poner por ejemplo las caidas en bicicleta, los  raspones al subirme a un árbol y los gopes propinados por mis padres, eso unido a las golpizas recibidas en más de alguna pelea callejera.

Pero lo que más me ha dolído han sido los golpes de las personas a las que he entregado mi amor: han sido grandes ultrajes y ofensas, algunas hasta la fecha no han podído sanar; sólo mencionar por ejemplo un percanse reciente, (entre  tantos que han habido), que sufrí a manos de mi actual pareja (Karla), en el cual me cortó parte  del lóbulo superior de mi oreja izquierda de una mordida, para rematar con una contución con un objeto contundente en la frente, que me ocasionara una fráctura de cráneo.

Han sido expreriencias que han marcado mi  cuerpo, dejando cicatrices visibles, entre el inventario de golpes de la  vida. Lo extraño es, que si el refrán reza que la expiencia entra por el pellejo, no sé porqué a pesar de esos golpes, no haya aprendido nada, pues hasta la fecha sigo compartiendo una vida sentimental con esa persona.

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