viernes, 29 de julio de 2011

De “Manual de Zoología Fantástica” (Jorge Luis Borges)



Yo siempre he sido un hombre de relecturas: siempre recurro a los mismos libros por hedonismo, quizás esa sea una de las características que hicieron identificarme por mucho tiempo con la figura de Borges; ya que, cuando leí uno de sus famosos epílogos en uno de sus libros – o creo que fue diseminado en parte de su obra, raro juego de la memoria, en estos momentos no recuerdo las citas – donde él afirma ser un hombre de relecturas, sentí como si hubiese sido yo el que escribiera esos párrafos, he ahí porque todos concluimos que Borges es todos los hombres.

Es así, que quiero hablar de mis relecturas, de aquellas que tanto he disfrutado, y que son en algunos casos, autoría de Borges. Cuantas veces he vuelto a la página: “Delia Elena San Marco” o, a “Los Espejos Velados” en el “Hacedor”; o he vuelto, como si fuera la primera vez, a abrir mi humilde ejemplar de “Siete Noches”, o “Nueve Ensayos Dantescos”, pero no me extenderé más, la lista se haría larga… pues el motivo que me trae de nuevo a las teclas es hablar de un libro en especial, del “Manual de Zoología Fantástica”[*], específicamente, compartir con ustedes la emoción que me provocaba una pieza de ese libro.

Corría el año 2007, año en el que yo era estudiante normal, por esos tiempos hacía unas investigaciones rubendarianas, de las que hoy me avergüenzo; y en ese marco, viajé a Nicaragua, a la ciudad de León, para participar de un simposium; estuve casi una semana en esa bella ciudad, así que una tarde, entré a un pintoresco remate de libros, y entre las pocas cosas buenas que vi, se encontraba un ejemplar de “El Manual de Zoología Fantástica” de Borges. En ese tiempo yo era más incauto, me emocionaba por todo, así que cuando ví el ejemplar de bolsillo, se apoderó de mi un sentimiento mágico; para mí, ese libro era como un gran tesoro, era, como si él había estado esperando por mí (imagínense mi locura y fanatismo). Salí de la tienda con mi pequeña joya, como un niño con juguete nuevo, feliz por mi nueva adquisición.

Mi felicidad se hizo más grande cuando recorrí sus páginas. Recuerdo que me sentaba de vez en cuando en alguna banca de parque con mi pequeño ejemplar, releyendo: “A Bao A Qu”, “Animales de los Espejos”, “El Behemoth”, “El Borametz”, “La Quimera” y recordando las prosas de Kafka: “Una Cruza”, “El Odradek”. Pero mi pieza favorita era “El Caballo Del Mar”; me gustaba, especialmente por que irradiaba una ternura inexplicable: para mí esa pieza estaba cargada de sensualidad, me evocaba siempre una manada de caballos negros desbordándose entre las olas.

Uno de estos días, que estaba desarmando mi biblioteca me rencontré con el ejemplar; inexplicablemente cayó al suelo, lo levanté y ví la misma tapa de cartón que había visto años antes; lo palpé, pasé mi mano sobre su lomo como si acariciara a un noble animal… Hoy las cosas han cambiado, en pocos años he acumulado un desencanto por la vida: ya no soy aquél muchacho, al que años atrás, la adquisición de un libro sencillo lo hacía feliz. Así que fantasee, pensé que el libro se había caído a propósito, como exigiéndome que lo leyera, que volviera a aquellos años, y me dije: “Dejemos que el encanto se repita”.



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[*] Que años después, parte de su contenido se reeditara como: “El Libros De Los Seres Imaginarios” por contar con adiciones.

viernes, 1 de julio de 2011

TODO (CHARLES BUKOWSKI)

Cuando yo muera, cuando os toque darme la despedida, como gran deseo quisiera que alguien leyera este poema, que para mi es tan entrañable, y que tantas veces he paladeado a solas:

"Los muertos no necesitan
aspirina o

tristeza
supongo...

pero quizás necesitan
lluvia...
zapatos no
pero un lugar donde
caminar...

cigarrillos no,
nos dicen...
pero un lugar donde
arder...

O nos dicen:
Espacio y un lugar para
volar,
da igual...

los muertos no me necesitan...
ni los vivos...
pero quizás los muertos se necesitan
unos a otros...

En realidad, quizás necesitan
todo lo que nosotros necesitamos
y
necesitamos tanto...
Si solo supiéramos
que es...
probablemente
es todo...
y probablemente
todos nosotros moriremos
tratando de
conseguirlo
o moriremos
porque no lo
conseguimos...

Espero que
cuando yo este muerto
comprendaís
que conseguí
tanto
como pude... "

miércoles, 1 de junio de 2011

La superficie del sol (Charles Bukowski)

[Bukowski Nos Recuerda, Que Muchos Hombres Comparten El Destino De Los Toros…]

"Los toros son grandiosos
como la superficie del sol
y aunque los matan para las rancias multitudes,
es el toro quien atiza el fuego,
y aunque hay toros cobardes
tanto como toreros y hombres cobardes,
generalmente el toro se mantiene puro
y muere inmaculado
sin ser tocado por símbolos y élites o falsos amores,
y cuando lo sacan arrastrando
nada ha muerto
y el hedor final
es el mundo..."

sábado, 21 de mayo de 2011

De mi tráfico con Facebook

Sin duda alguna Facebook cultiva el narcicismo. No cabe duda que es una de las redes sociales más frívolas que existen, y que sólo demuestra la gran soledad en la que todos vivimos. En una sociedad donde todos queremos ser figuras públicas, mostrándoles nuestra privacidad a los demás. Queriendo ser reconocidos en un mundo donde gritamos frente a la masa helada y gris.

Declaro mi preferencia por los blogs, son más profundos, son para gente que si escribe.

Así que un día estaba rascándome la panza, frente al ordenador, sin poder escribir nada, y me dije: “que aburrido, he entrado en la menstruación del escritor (como dice mi amigo Rodrigo Yáñez) ¿qué hago?… ¿creó una cuenta en facebook? ¿Por qué no?” Así que entré a una plataforma tan sobria y despersonalizada… SIMPLE! (quiero que esto suene a decepción). Después agregué: “que feo es facebook…”

Odio facebook, pero hoy he caído… aunque no todo es malo, lo rescatable es que podré publicitar mi blog desde ese espacio.

jueves, 21 de abril de 2011

CRISTOS INDÍGENAS: Izalco, El Salvador.

"Antes de que nos olviden,
Haremos historia.
No andaremos de rodillas,
El alma no tiene la culpa..."
Caifanes

La noche del Jueves Santo, en Izalco, no se duerme. Durante buena parte de la tarde, y toda la noche hasta el amanecer, se celebra la tradicional procesión, que recorre arcanas callejuelas y avenidas de este enigmático lugar.


Siempre que visito el pueblo de Izalco, me invade la extraña sensación de que me encuentro pisando suelo sagrado ¿Será porque en él se acuna en la forma más evidente, el secreto del mestizaje cultural que caracteriza a mi país? ¿Será porque fue también el lugar donde aconteció uno de los más grandes etnocidios para américa latina en detrimento del pueblo indígena en enero de 1932? Ambas preguntas son plausibles, pues, en cierta forma, el suelo izalqueño ha sido bañado con la sangre indígena. Y en él, todavía se escuchan los ecos de las almas insepultas de los indígenas masacrados en 1932.

Lo anterior se ejemplifica durante estas fechas, pues los indígenas que aún viven, caminan como muertos insepultos al paso de la procesión, la cual es encabezada por los humildes “Cristos” todos cargados por personas indígenas. Simbólicamente el cortejo es seguido por la población ladina, que lleva, en andas, al Jesús Nazareno, acompañado de su cortejo, con opulencia y rasgos occidentales. Todos estos son datos semióticos que reflejan más de una parte de los fenómenos culturales que aquí se observan, entre ellos la geografía de la misma ciudad, las pugnas históricas, y el sincretismo, con lo que a religión respecta.

Izalco es un pueblo latinoamericano que encierra todos esos secretos, donde hay tantos espectros que se reflejan en los rostros de los “Cristos”. Durante la procesión el pueblo se transforma, hay mucha gente en las calles, hay alegría, risas, pero esas sonrisas sardónicas en la cara de unos, contrastan con la piedad en el rostro de otros. A pesar de todo eso, Izalco es un pueblo fantasma. Durante esta tarde me embarga una sensación similar a la que sufrí, al leer la novela Pedro Paramo de Juan Rulfo.

No dormiré esta noche...