Veinticinco años podridos que a nadie le sirvieron de nada.
(…)
Y me he muerto en la flor de los años y a media carcajada de la vida”.
P. G. R. en Vida Pasión y Muerte del Antihombre.
Hoy inicio mis veinticinco años, soy joven aún y no he leído a Otelo ni Hamlet. A estas alturas de mi vida, he conocido la traición, la envidia y las más infames abyecciones de mi entorno. Siempre he tratado de ser una persona transparente hacía los demás, creo que allí está mi mayor defecto. Recuerdo que hay un precepto budista que dicta: “Sólo un corazón puro puede atravesar la inmundicia sin ensuciarse…” hoy creo que mi corazón no era tan puro como pensaba.
He terminado este último año con un enorme desencanto, se socavó lo último en lo que creía, ahora lo único que me queda es el anhelo de marcharme.
Como siempre, en la montaña en la que vivo, y donde pocos se atreven a lanzar luces desde abajo, celebro mi cumpleaños de la única manera que puedo, escribiendo una carta abierta. Creo que está no será tan creativa como las anteriores, no será tan amena. A nadie le gusta escuchar a un moribundo quejarse, y mucho menos leer las quejas de otro. Pero quizás lo mío no sea una queja, quizás lo único que quiero es que veas mis entrañas, que veas esa carroña que guardo en mi interior, que veas los gusanos, no para que te enternezcas, si no más bien como una pieza de museo, como un cuerpo diseccionado dentro de una morgue, como quién llega por curiosidad a la escena de un crimen, y luego piensa: “puedo ser yo el que está allí tirado”
La verdad, me da tanto asco cuando conozco a manipuladores, a farsantes, a personas que fingen sus sentimientos, siento que esas personas me enferman el alma. Y este año he descubierto tantas, he sido victima de tantas, son tan imposibles, que la única manera que puede uno hacer para combatirlos, es mimetizarse, y tratar de jugar su mismo juego. Cualquier fin es bueno, siempre y cuando esté de por medio defenderse.
Posdata:
Pido disculpas a mis amigos que en verdad respeto, que son muchos, porque tengo la fortuna de estar rodeado de personas magnificas. Son una bendición en medio de este mundo cargado de inmundicia, ustedes han sido el contrapeso en la balanza. Con ustedes, mis fieles amigos, si quiero partir el pastel.
Ronald Adolfo Orellana.