martes, 30 de octubre de 2007

Borges es más que facones (puñales) ensangrentados.


Ronald Orellana.

Mi primera experiencia con los relatos borgianos fue con la conocida glosa al “Martín Fierro” de José Hernández: “El Fin”, al sondear sus renglones, no noté particularidad alguna en su forma de escribir, pero lo que no sabía era que inauguraba, por su alto contenido simbólico, una serie de interesantes lecturas.

Poco tiempo después leí relatos como “La intrusa”; “El evangelio según San Marcos” entre otros, con esas escasas referencias me atreví a argumentar que el escritor en cuestión no ameritaba la fama que se le atribuía, pues hasta ese entonces para mi no era más que un argentino que escribía pasajes bucólicos de la vida de los gauchos en las pampas del sur; para mi era un escritor que trabajaba con historias de arrabales, pero como el mismo lo dice en “Borges y yo”: “pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con el infinito” (El hacedor, 1960 p.62) ese paso también lo di al seguir en la lectura de su producción literaria, como lector pude percibir esa misma transición, como si los mejores cuentos borgianos me habían sido vedados en ese entonces, pues debido a mi poca madurez no los habría comprendido, después pude observar a “El otro” Borges.

Al internarme en una lectura más sistemática pude descubrir que Borges es más que facones ensangrentados. Dejé de ser detractor de la literatura borgiana para volverme un converso, pues pude notar que mis juicios hacia él estaban lejos de ser acertados. Al hacer este descubrimiento retomé con cierta curiosidad los relatos que giran en torno a la temática Gauchesca, encontramos en dichas narraciones ideas muy elementales de la condición humana, cada relato está dotado de gran profundidad, tal profundidad hace que cada relato tenga un valor particular, que para el lector promedio pasaría desapercibida, por ejemplo si nos referimos al cuento “El fin” dicho relato trata sobre el duelo entre el hermano de El moreno (a quién en el poema de Hernández asesinara en una estancia, el gaucho Martín Fierro ) y el mismo Martín Fierro, años después de su crimen. Todo ocurre en una pulpería, al atardecer cuando Fierro arriba al lugar, donde el Moreno lo espera para saldar cuentas y vengar la muerte de su hermano, quién muriera siete años atrás. El duelo se da en el crepúsculo de la tarde donde solamente existe un testigo: el inválido Recabarren, el cual presencia la afrenta entre ambos gauchos. Al final como una especie de metáfora, Borges nos pinta un atardecer, donde un hombre muere y otro cumple con su promesa, pero ahora se ha manchado las manos de sangre, ha perdido su inocencia:

“Inmóvil, el negro parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el facón ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirar para atrás. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie, mejor dicho era el otro: no tenía destino sobre la tierra y había matado a un hombre.” (Ficciones, 1944 p.198).

Aquí se puede observar una idea recurrente en la literatura borgiana y es la consideración de que los contrarios no son opuestos sino dos caras de una misma moneda. De esta manera Borges concibe el final del poema de Hernández con el pago de una deuda pendiente. Se da según Borges un acto de justicia, pues él reprueba la ética de Martín Fierro, como lo sostiene en una entrevista que le hiciera el periodista Roberto Alífano en su libro “Conversaciones con Borges” Borges sustenta que: “el gaucho Martín Fierro no es ningún modelo de conducta, es un gaucho matrero, desertor, racista, pendenciero” (Borges y R. Alífano (entrevistador) 1984, P. 95). Mas adelante sostendrá que él escribió esa glosa imaginando que ese hecho pudo haber sido conjeturado por Hernández: “ahora mucha gente ha dicho que yo (Borges) escribí ese cuento en contra de Hernández, lo cual es absurdo”(op.cit: paréntesis nuestro) y finalizará diciendo: “creo que ese cuento lo habría aprobado el artífice de “El Martín Fierro”: solo que yo soy un mal versificador por eso no me animé a escribirlo en verso”.

Además de este cuento, basado en el poema de Hernández, encontramos “La Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)”. Quién en la historia de Martín Fierro es el compañero del gaucho, en este relato se observa la enorme capacidad de Borges en la utilización de la técnica del metatexto, al igual que en “El fin”. En “La Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)” se observa el desarrollo de la vida de un personaje: El gaucho Cruz que desde antes de nacer viene marcado por su destino:

“Lo esperaba, secreta en el porvenir, una lúcida noche fundamental: la noche en que por fin vio su propia cara, la noche en que por fin oyó su nombre (…) esa noche agota su historia (…) cualquier destino, por largo y complicado que sea consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es” (El Aleph, 1945. p.95).

Como sostenemos aquí los personajes que se desenvuelven en los cuentos borgianos tienen destinos inevitables, de los cuales no pueden escapar. Puede que ignoren su predestinación durante toda la vida, pero al final cada personaje (al igual que en la vida real) reconoce su destino.

“Comprendió su íntimo destino del lobo, no de perro gregario; comprendió que el otro era él. Amanecía en la desaforada llanura; Cruz arrojó por tierra el quepis, gritó que no iba a consentir el delito que se matara a un valiente y se puso a pelear (…) junto al desertor Martín Fierro” (El Aleph, 1945. p.96).

También podemos ver en el libro “El Hacedor” (1960), la prosa homónima al Martín Fierro donde se lee que “en una pieza de hotel, hacia mil ochocientos setenta y tantos un hombre soñó un pelea (…) el sueño de uno es parte de la memoria de todos” (El hacedor, p.42), sin duda alguna se refería a José Hernández el escritor del Martín Fierro.

Bibliografía.
Alífano, R (entrevistador), Conversaciones con Borges. 1984. Atlántida: Buenos Aires, Argentina.
Borges, L. El Hacedor, 1960. Alianza editorial: España.
Borges, L. El Aleph, 19645. Alianza editorial: España.
Borges, L. Ficciones, 1944. Alianza editorial: España.
Hernández, J. Martín Fierro. 2005. Coedición: Ediciones Consudec; Fundación Puerto de palos.
Imagen:
Muerte de Cruz. Óleo de Ricardo Campani, 1965. Tomada de:
Hernández, J. (2005) Martín Fierro. Coedición: Ediciones Consudec; Fundación Puerto de palos. Página: 123.

3 comentarios:

Santiago Bullard dijo...

Muy buena apreciación de la obra del viejo Georgie. Claro: tú empezaste con "La intrusa" y "El Evangelio...", que son de su última etapa, después del "barroquismo de su juventud", como lo llamaba él. Pero Borges fue grande en todos sus momentos. Por cierto, ¿leíste el Martín Fierro? Otra obra maestra, cada día menos recordada (y, en Argentina, recordada como un texto de escuela). Salud por Borges, de todos modos, y sigue así.

Santiago Bullard dijo...

Muy buena apreciación de la obra del viejo Georgie. Claro: tú empezaste con "La intrusa" y "El Evangelio...", que son de su última etapa, después del "barroquismo de su juventud", como lo llamaba él. Pero Borges fue grande en todos sus momentos. Por cierto, ¿leíste el Martín Fierro? Otra obra maestra, cada día menos recordada (y, en Argentina, recordada como un texto de escuela). Salud por Borges, de todos modos, y sigue así.

Ronald Adolfo Orellana. dijo...

Gracias Santiago.
Es un gusto tenerte aquí, en mi blog. Ya sabes que las puertas de Luz Bella Averni siempre estarán abiertas para ti.

Saludos Fraternos.