jueves, 30 de marzo de 2017

CARTA ABIERTA VIII


Al terminar con estos dos años de silencio. Al estar ya fuera de esa autocensura que me impuse dos años atrás, puedo dar constancia de lo banal que fue esa época de aislamiento. He visto ahora, desde mi rincón, como todos mis coetáneos ha crecido; mientras tanto, yo, me he visto sometido, a tratar de caminar de nuevo, con las piernas rotas.

Es duro cuando me doy cuenta que algunos temas que antaño medianamente dominaba, hoy me son desconocidos: ha sido un gran retroceso, pues hasta  en mis propios escritos del pasado no logro reconocerme.  Saber que hoy me es tan difícil juntar dos párrafos que estén medianamente redactados. 

Este año me propuse volver a emerger de la cloaca, donde pasé escondido durante todo este tiempo; viendo nada más, como todos seguían con sus vidas, mientras yo me hundía,( sin reproches porque nunca le he pedido nada a nadie) y me anegaba cada vez en la fosa. Es preciso emerger, para ya no seguir a la zaga.  Así como afirma el Maestro  Adolfo Bioy Casares: El mundo no espera a los rezagados.   

No es amenaza, es simplemente una reiteración de vida, un tratar de recobrar la poca dignidad que me queda. En estos tiempos, cuando hasta el más mezquino de los seres humanos quiere mofarse a mi costa. Donde hasta el más abyecto quiere imponerse sobre mi cabeza: siempre he creído en la humanidad, y por esa candidez que  me ha caracterizado, por confiar y creer en los otros, es que me he visto en las más decepcionantes situaciones: por eso hoy declaro, yo que no le debo nada a nadie, más a mi familia, que si no me defiendo no es por debilidad, sino,  por considerarme siempre un hombre sensato, y el mundo, así de  vulgar como es, ha demostrado que no quiere nada con los hombres sensatos.  

A quienes me buscan siempre con afecto, reciban afecto también de mi parte.