sábado, 31 de octubre de 2009

DIBUJO

Hoy hice este dibujo, no sé lo que sea, simplemente mi mano se puso a trabajar de forma mecánica y ésto fue lo que resultó:

¿Quizás habrá alguna fijación mía en él? Pero no sé cuál es.

...Creo que es una cacerola,… o talvez sea un bote de vela?

lunes, 26 de octubre de 2009

AL REVÉS DE LAS AVES DEL MONTE...(César Vallejo)

Podría haber puesto el poema completo, pero la verdad, nada más quiero recalcar estos versos:

(Walt Whitman tenía un pecho suavísimo y respiraba
y nadie sabe lo que él hacía cuando lloraba en su comedor)

Vallejo, C. (1965) (1993) Obra poética completa. Casa de las Américas. La Habana: Cuba.Pág.:262

martes, 20 de octubre de 2009

PROBLEMAS COTIDIANOS

Después de salir de la ducha, como es costumbre, voy al lavamanos para rasurarme. Saco la navaja de afeitar, tomo un trago de amoniaco (para el mal aliento), me unto el mentón con espuma frente al espejo (parezco Walt Whitman por mi barba nevada). Llevo la navaja hasta el bigote, me corto la nariz de tajo,… y sin más, la pongo sobre la jabonera. Después de embellecerme, caigo en la cuenta de la sangre que sale a borbotones, y que se confunde con el agua del lavamanos, veo la nariz en la jabonera y examino el orificio que tengo en la cara: empiezo las deducciones y las preguntas, no hay importancia, el único problema es que sin nariz mis lentes se van a caer y allí es donde las cosas se complican, pues aparte de ñato, me he quedado ciego.

jueves, 15 de octubre de 2009

martes, 13 de octubre de 2009

Espantapájaros 22 (Oliverio Girondo)

Cuando leo esta pieza me da tanta rabia, porque es tan buena que parece que la hubiera escrito yo:

Las mujeres vampiro son menos peligrosas que las mujeres con un sexo prehensil. Desde hace siglos, se conocen diversos medios para protegernos contra las primeras.
Se sabe, por ejemplo, que una fricción de trementina después del baño, logra en la mayoría de los casos, inmunizarnos; pues lo único que les gusta a las mujeres vampiro es el sabor marítimo de nuestra sangre, esa reminiscencia que perdura en nosotros, de la época en que fuimos tiburón o cangrejo.
La imposibilidad en que se encuentran de hundirnos su lanceta en silencio, disminuye, por otra parte, los riesgos de un ataque imprevisto. Basta con que al oírlas nos hagamos los muertos para que después de olfatearnos y comprobar nuestra inmovilidad, revoloteen un instante y nos dejen tranquilos.
Contra las mujeres de sexo prehensil, en cambio, casi todas las formas defensivas resultan ineficaces. Sin duda, los calzoncillos erizables y algunos otros preventivos, pueden ofrecer sus ventajas; pero la violencia de honda con que nos arrojan su sexo, rara vez nos da tiempo de utilizarlos, ya que antes de advertir su presencia, nos desbarrancan en una montaña rusa de espasmos interminables, y no tenemos más remedio que resignarnos a una inmovilidad de meses, si pretendemos recuperar los kilos que hemos perdido en un instante.
Entre las creaciones que inventa el sexualismo, las mencionadas, sin embargo, son las menos temibles. Mucho más peligrosas, sin discusión alguna, resultan las mujeres eléctricas, y esto, por un simple motivo: las mujeres eléctricas operan a distancia.
Insensiblemente, a través del tiempo y del espacio, nos van cargando como un acumulador, hasta que de pronto entramos en un contacto tan íntimo con ellas, que nos hospedan sus mismas ondulaciones y sus mismos parásitos.
Es inútil que nos aislemos como un anacoreta o como un piano. Los pantalones de amianto y los pararrayos testiculares son iguales a cero. Nuestra carne adquiere, poco a poco, propiedades de imán. Las tachuelas, los alfileres, los culos de botella que perforan nuestra epidermis, nos emparentan con esos fetiches africanos acribillados de hierros enmohecidos. Progresivamente, las descargas que ponen a prueba nuestros nervios de alta tensión, nos galvanizan desde el occipucio hasta las uñas de los pies. En todo instante se nos escapan de los poros centenares de chispas que nos obligan a vivir en pelotas. Hasta que el día menos pensado, la mujer que nos electriza intensifica tanto sus descargas sexuales, que termina por electrocutarnos en un espasmo, lleno de interrupciones y de cortocircuitos.

Tomado de:
Oliverio Girondo (1968)(1996) OBRA COMPLETA, Editorial Losada, Buenos Aires: Argentina. Pags: 150-151.

viernes, 2 de octubre de 2009

A LA VIEJA USANZA

Aunque está la computadora (que es cómoda y eficiente); la verdad terminamos por aburrirnos: nos hace falta el olor a tinta, o el ruido del grafito friccionando el papel; y siempre terminamos desempolvando aquella libreta llena de tachones, donde “¡$%#2(7 !¡¿=)$##3”! ¡””$%?¡%%##! dibujábamos garabatos, y apuntábamos lugares comunes.