sábado, 26 de septiembre de 2009

HORA DE LA CENIZA (Roque Dalton)

....Finaliza Septiembre. Es hora de decirte
lo difícil que ha sido no morir.

....Por ejemplo, esta tarde
tengo en las manos grises
libros hermosos que no entiendo,
no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia
y me cae sin motivo el recuerdo
del primer perro a quien amé cuando niño.

....Desde ayer que te fuiste
hay humedad y frío hasta en la música.

....Cuando yo muera,
sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable,
mi bandera sin derecho a cansarse,
la concreta verdad que repartí desde el fuego,
el puño que hice unánime
con el clamor de piedra que eligió la esperanza.

....Hace frío sin ti.
Cuando yo muera, cuando yo muera
dirán con buenas intenciones
que no supe llorar.

....Ahora llueve de nuevo.
Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto
como hoy.

....Siento unas ganas locas de reír
o de matarme.


Tomado de:
Dalton, Roque. (1937-1975) No Pronuncies Mi Nombre: Poesía Completa de Roque Dalton I. (Compiladores: Rafael Lara-Martínez, Luis Melgar Brisuela,) 1° edición, San Salvador, El Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos 2005.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

CHRISTIAN POVEDA: UNA REFLEXIÓN EXTEMPORANEA.

Recuerdo el cuento de un antropólogo, que internado en la amazonía, estudia la cultura de una comunidad de caníbales. Nuestro personaje convive con los naturales, se relaciona más de la cuenta con ellos; la delgada línea entre el observador y los observados se rompe, y cuando él creía comprender todas sus prácticas, ellos lo asesinan durante un rito extático.

Repaso con claridad el argumento de ese relato, lo raro es que no puedo acordarme del nombre del autor; son extraños los azares de nuestra memoria: talvez pude haberlo escrito yo, pero no lo recuerdo.

Una historia similar sucedió recientemente, la metáfora es la misma, pero el escenario es distinto, ya no era la selva amazónica, y el protagonista no era un antropólogo. Es extraño el juego del destino, que le gusta calcar historias de la ficción y reproducirlas a escalas monstruosas en la realidad.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Minutos (Ricardo Arjona)

...el cadáver del minuto que pasó, se burla de mis ganas de besar, la foto que dejaste puesta en el buró…

miércoles, 9 de septiembre de 2009

CUESTIONES COTIDIANAS

Por mi ventana, veo a dos adolescentes colegiales que se detienen a besarse en el umbral de mi casa. Creo que ambos conciben el acto de darse un beso como algo ilícito. Ellos no se han percatado de mi presencia. Yo los observo desde el segundo piso, estoy sentado en la silla de ruedas, con mi laptop sobre las piernas.

De repente, recuerdo que ya es hora de tomarme las pastillas, que tengo que ir a cambiar mis vendas, chequearme el azúcar, zurcir mis calzoncillos,…darle de comer al gato. Mi computadora está más silenciosa que una tumba; últimamente, mi única alegría está en observar a los transeúntes: me alegro de la dicha de ese par de desconocidos.

Sencillamente pensé que tenía que contártelo.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Bienaventurados los escritores que fuman, de ellos será el reino de los cielos…

martes, 1 de septiembre de 2009

MEA CULPA


Me alejé por un mes. La razón es porque estuve en una clínica de rehabilitación para adictos a la fantasía, me internaron por imaginación investigable. Durante ese tiempo estuve recluido en un sitio horrible, sin cigarrillos, vistiendo camisa de fuerza, sin ver una sola mujer bonita, y lo peor de todo es que no había ni una sola computadora en ese maldito lugar. Todo era un infierno, cuando más mal me portaba me torturaban de una manera deleznable; me sentaban en una poltrona frente a una pantalla y me proyectaban una serie de imágenes: máquinas de escribir, computadoras, libros, papel, lapiceros, tazas de café, cigarrillos, tragos de ron, cámaras fotográficas, y lo peor de todo: fotos de mi ex-novia; luego me descargaban choques eléctricos, la silla y mis ropas terminaban empapadas, por todo mi cuerpo corría un sudor frío después de cada electrochock, el fogonazo hacía que mis dientes entrechocaran, que apretara los puños, y terminara por llorar: ¡Quién sabe cuantas neuronas perdí en cada sesión en esa maldita silla eléctrica! Fue horrible!!! De suerte que viví para contarlo.
La razón por la que me castigaban es porque en ese lugar está prohibido escribir; decomisan todo objeto que tenga que ver con un acto creativo: tratan la manera de que los internos odien el arte. Después de torturarme me encerraban en un cuarto gris, sin ventanas, allí pasaba la noche; muy triste porque no podía ver la luna. Es raro, en todo el tiempo que estuve allí no vi una sola ventana, las paredes del edificio eran grises, frías y un olor a humedad dominaba el ambiente.
Solo un amigo llegó a visitarme, un día le pedí que me llevara a escondidas un crayón verde, pasé una semana esperándolo, mis días de espera me parecieron siglos: el día que me lo dio, lo metí en mi boca para esconderlo. Cuando me encerraron en la noche, dibujé una ventana en la pared, donde se veía la luna, y un gato de espaldas sobre el alfeizar, cuando terminé mi ventana me sentí más aliviado, y recordé que había hecho ese mismo dibujo en mi época de estudiante, en una aburrida clase de lingüística: era la misma ventana, con el mismo gato, la misma luna. El personal de la clínica nunca vio la ventana, porque ellos no tienen la capacidad de ver el color verde. Hace poco me dieron de alta, y allí quedó la ventana en el cuarto oscuro.
Pero a pesar de todo lo que me paso, creo que esa escusa no es valida para argumentar mi ausencia, como verás: no me “rehabilite” del todo.