domingo, 1 de enero de 2012

[01. 01. 12]*

El cadáver del año recién pasado yace tirado en la Morgue de las Ilusiones. Hará falta quién vaya a reconocerlo, y al fin, pueda darle una digna sepultura en el Cementerio de los Recuerdos. Fue asesinado por niños armados hasta los dientes, sus pertrechos de guerra eran conformados por una escuadrilla de aviones y barcos de papel, batallones de soldaditos de plomo, y un arsenal de municiones de petardos y juegos artificiales: no podemos imaginar una artillería más bélica.

Al dar su primera ofensiva lo encontraron sentado en una acera de la Calle Diciembre, entre la Avenida 31. Los barcos de papel atacaron por los flancos de las canaletas. Y los aviones cazas emboscaron de sorpresa al indigente, aprovechando la confusión que le ocasionó una bandada de palomas aliadas que pasó volando sobre su cabeza, y que cubrió completamente el cielo por un instante. El asediado no opuso mucha resistencia, al poco rato de iniciado el ataque depuso sus armas y se entregó al consejo de guerra para ser fusilado al filo de las cero horas.

En su obituario habrá que agregar que con él murieron algunas ilusiones, muchos sueños quedaron estrujados en el fondo del tacho de basura, y una serie de proyectos se esfumaron en su marasmo inadmisible. Por eso hay que darle definitiva sepultura en el Mausoleo del Olvido, quemar todos sus objetos personales, echar a la basura todos sus relojes y hojas de calendario. Y recibir, al fin, a este nuevo año, con el que caminaremos nuevos senderos: sea bueno, sea malo, qué más da, porque siempre tendremos el consentimiento de poder darle golpe de estado.


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