Aquí les dejo este excelente artículo, que encontré en una excelente revista:
El gran cataclismo, origen del universo, intuido por la mitología griega en la lucha cósmica mantenida por los primeros dioses:Gigantes titanes y cíclopes…
La idea de que el origen del universo, hace 10.000 millones de años, se produjo en medio de inimaginables cataclismos fue ya intuida por los griegos. En vez del Big Bang, el “gran bombazo” con el que empezó todo, o las explosiones de estrellas conocidas como “supernovas”, o los agujeros negros, esa especie de vertiginosos sumideros sin fondo, en los más antiguos relatos griegos sobre el origen del cosmos se nos habla del caos primigenio(“en primer lugar existió el caos”)y de seres sobrehumanos, moustrosos, dotados de una fuera y crueldades descomunales, que chocaron entre si en batallas aniquiladoras, tras las cuales los vencidos fueron arrojados a un abismo tenebroso.
Los más famosos fueron los Titanes, los terribles hijos de Gea (la tierra) y Urano (el cielo). Éstos fueron “los primeros dioses”. Entre ellos se contaban los gigantes “de resplandecientes armas”. Junto a ellos los cíclopes “de soberbio espíritu, que regalaron a Zeus el trono y le fabricaron el rayo”, llamados así por oponimia, “ya que, efectivamente un solo ojo completamente redondo se hallaba en su frente”. “También de Gea y Urano nacieron otros tres hijos enormes y violentos cuyo nombre no debe pronunciarse, con cien brazos informes y cincuenta cabezas”. Tales fueron “los primeros dioses”, los hermanos de Cronos, los “Uránidas”, según cuenta Hesíodo en su teogonía.
Lucha de titanes.
También habla este autor de los feroces enfrentamientos entre ellos. Primero fue la rebelión de los titanes contra Urano, que acabó con la castración del padre a manos de Cronos, según un plan urdido por Gea. Luego, la lucha por el dominio del cielo se entablaría por los titanes y los hijos de Cronos, capitaneados por Zeus, al que ayudaron “sus tíos”, los de los cien brazos y cincuenta cabezas: es la famosa titanomaquia. “Éstos entonces se enfrentaron a los titanes en funesta lucha, con enormes rocas y robustas manos. Los titanes, por otra parte, afirmaron sus filas resueltamente. Unos y otros exhibían el poder de sus brazos y de su fuerza. Terriblemente resonó el inmenso ponto y la tierra retumbó con gran estruendo; el vasto del cielo gimió estremecido, y desde su raíz vibró el elevado olimpo por el ímpetu de los inmortales… por todas partes resonaba la tierra portadora de vida envuelta en llamas y crujió el gran estruendo, envuelto en fuego, el inmenso bosque. Hervía la tierra toda y las corrientes del océano y el estéril ponto. Una ardiente humareda envolvió a los titanes nacidos del suelo y una inmensa llamarada alcanzó la atmósfera divina”. Ésta cósmica lucha se resolvió cuan los monstruos de los cien brazos “provocaron un violento combate. Trescientas rocas lanzaban sin respiro con sus poderosas manos y cubrieron por completo con estos proyectiles a los Titanes”. Finalmente, los Titanes fueron arrojados al “tenebroso Tártaro” que Hesíodo describe como un “enorme abismo: no se alcanzaría su fondo ni en todo una año completo, si antes fuera posible franquear sus puertas; sino que por aquí y por allá te arrastraría huracán ante huracán terrible. Horrendo incluso para los dioses inmortales, este lugar.” (Trad, de A. Pérez y A. Martínez).
El mito y la ciencia.
Sin duda, la versión transmitida por el primer mitógrafo griego se aproxima a la teoría científica actual mucho más que el relato bíblico de la Creación, donde el origen del Universo es obra de un Dios bondadoso, que en seis días creó “el cielo y la tierra y todo su cortejo” y, rematada su obra, el séptimo descansó complacido con ella. Un proceso ordenado, controlado, amable, en duro contraste con la extrema violencia que caracteriza al mito griego. Y con lo que se percibe a través de los modernos telescopios.
Estos monstruos primigenios se han incorporado al imaginario colectivo de Occidente a través de la literatura, el arte y el folklore. Los nombres propios de estos terribles “primeros dioses” que aparecen por primera vez en este fantástico relato, lleno de fuerza y colorido dramático, obra de un autor que hace ya veintisiete siglos, han sido reutilizados por la cosmología y la física. Pero además convertidos en nombres comunes, se emplea desde siempre en expresiones relacionadas con la fuerza asombrosa y el tamaño excepcional, como “hacer esfuerzos titánicos”, “mantener una lucha de titanes”, “tener un tamaño gigantesco”, “dar pasos o saltos de gigante”, o “construir murallas ciclópeas”.
José Antonio Monje.
Tomado de la revista: La Aventura de la Historia, año II nº 17, marzo del 2000, pág. 93.
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