miércoles, 30 de marzo de 2011

CARTA ABIERTA IV

Cumplo otro año de vida, en el que paso revista de mis acciones, dándome cuenta de que no soy el mismo. Se me dificulta escribir, tengo grandes pausas, días en los que ni siguiera leo: me he sumergido en la ciénaga. Cuando el sistema te ha absorbido, cuando tienes que cumplir con un empleo, y además, tienes que trabajar horas extras en tu casa, se hace cada vez más difícil dedicarte a lo verdaderamente importante.


Hasta el momento, no sé donde me va a llevar la vida; lo que sé, es que lo que está sucediendo, no es lo que quiero.


Luego pienso en un reflexión que escribí en un trozo de papel, un día, mientras viajaba: [“En el juego de cartas, para ganar, y para que el juego sea más interesante, es mejor sentirse perdedor desde el principio, y tener un juego adverso, para que así, terminada la partida, el triunfo en ese juego sea más satisfactorio”] aunque mi triunfo esté al final, cuando muera… qué más da.


Noches yendo a dormir con los mismos pensamientos, cuando cierro los ojos, las mismas imágenes que se multiplican todos los días [“risas, lágrimas, vacio, desesperanza, asco, vomito”] no sentir sueño, porque mi cerebro se revuelca dentro del cráneo. Y luego, el sobresalto, continúas vueltas, el sudor. Me levanto, hecho una meada, me doy cuenta de que otra vez he orinado sange, enciendo otro cigarrillo y no le doy importancia [“dentro de unas horas tengo que trabajar con jóvenes a los que no les interesa mi presencia, jóvenes con vidas tan vacías como mis bolsillos… no los culpo, ellos no tienen mi forma de ver la vida: tienen distintos intereses”] trato de leer, tal vez después de un rato puedo conciliar el sueño, luego de pocos párrafos en los que no me concentro, dejo a un lado mi lectura. Apago la luz.


[Anoche soñé que estaba sumergido en una ciénaga, infestada de lagartos…”]


Me despierto esta mañana, me paro en el umbral de la puerta, sintiendo una suave brisa que corre por mi cara, enciendo un cigarrillo, apuro el cenicero; y aspiro el aire helado. Por un momento, vuelvo a la vida despierta, y veo que un ave pasa volando, lo siento todo, mis sentidos parecen extenderse, y tengo una epifanía… por un instante, disfruto mi propia existencia.

Luego, abro la laptop para escribir esta carta abierta, mientras se consume mi cigarrillo en el cenicero.