lunes, 20 de octubre de 2008

LA CAVERNA (PLATÓN)

En el libro séptimo de La República, Platón nos ilustra – bajo palabras de de Sócrates – la conocida: “alegoría de la caverna”, donde nos muestra la situación humana con respecto a la realidad. Este relato es el pilar fundamental de la metafísica idealista de Platón. El conocido alumno de Sócrates expone que la verdadera realidad no es como la conocemos, pues estamos guiados por el mundo sensible que corresponde a los sentidos; sólo las Ideas de lo Bueno, lo Justo y lo Sublime son verdaderas, los demás objetos son sombras solamente:

"-Ahora represéntate el estado de la naturaleza humana con relación a la ciencia y a la ignorancia, según el cuadro que te voy trazar: Imagina un antro subterráneo, que tenga en toda su longitud una obertura que dé libre paso a la luz, y en esta caverna, hombres encadenados desde la infancia, de suerte que no puedan mudar de lugar ni volver la cabeza a causa de las cadenas que les sujetan las piernas y el cuello, pudiendo solamente ver los objetos que tienen en frente. Detrás de ellos, a cierta distancia y a cierta altura, supóngase un fuego cuyo resplandor les alumbra, y un camino escarpado entre este fuego y los cautivos. Supón a lo largo de este camino un muro, semejante a los tabiques que los charlatanes ponen entre ellos y los espectadores, para ocultarles la combinación y los resortes secretos de las maravillas que hacen.

-Ya me represento todo eso.

-Figúrate personas que pasan a lo largo del muro, llevando objetos de toda clase, figuras de hombres, de animales, de madera o piedra, de suerte que todo esto aparezca sobre el muro. Entre los porteadores de todas estas cosas, unos se detienen a conversar y otros pasan sin decir nada.

-¡Extraños prisioneros y cuadro singular!

-Se parecen, sin embargo, a nosotros punto por punto. Por lo pronto, ¿Crees que puedan ver otra cosa de si mismos y de los que están a su lado que las sombras que van a producirse enfrente de ellos en el fondo de la caverna?

-¿Ni cómo habían de poder ver más, si desde su nacimiento están precisados a tener la cabeza inmóvil?

- Y, respecto de los objetos que pasan detrás de ellos, ¿pueden ver otra cosa que las sombras de los mismos?

-No.

-Si pudieran conversar unos con otros, ¿No convendrían en dar a las sombras que ven los nombres de las cosas mismas?

-Sin duda.

-Y, si en el fondo de su prisión hubiera un eco que repitiese las palabras de los transeúntes, ¿no se imaginarían oír hablar a las sombras mismas que pasan delante de sus ojos?

-Sí.

-En fin, no creerían que pudiera existir otra realidad que estas mismas sombras.

-Sin duda.

-Mira ahora lo que naturalmente debe suceder a estos hombres, si se les libra de las cadenas y se les cura de su error. Que se desligue a uno de estos cautivos, que se le fuerce de repente a levantarse, a volver la cabeza, a marchar y mirar del lado de la luz; hará todas estas cosas con un trabajo increíble; la luz le ofenderá los ojos, y el deslumbramiento que habrá de causarle le impedirá distinguir los objetos, cuyas sombras veía antes. ¿Qué crees que respondería si se le dijese que hasta entonces sólo había visto fantasmas, y que ahora tenía delante de su vista objetos más reales y más aproximados a la verdad? Si enseguida se le muestran las cosas a medida que se vallan presentando, y a fuerza de preguntas se le obliga a decir lo que son, ¿no se le pondrá en el mayor conflicto, y no estará él mismo persuadido de que lo que veía antes era más real que lo que ahora se le muestra?

-Sin duda.

-Y, si se le obligase a mirar al fuego, ¿no sentiría molestia en los ojos? ¿No volvería la vista para mirar a las sombras, en las que se fija sin esfuerzo? ¿No creería hallar en éstas más distinción y claridad que en todo lo que ahora se le muestra?

-Seguramente.
- Si después se le saca de la caverna y se le lleva por el sendero áspero y escarpado hasta encontrar la claridad del sol, ¡qué suplicio sería para él verse arrastrado de esa manera! ¡Cómo se enfurecería! Y, cuando llegara a la luz del sol, deslumbrados los ojos ante tanta claridad, ¿podía ver alguno de estos numerosos objetos que llamamos seres reales?

-De entrada no podría.

-Necesitaría indudablemente algún tiempo para acostumbrarse a ello. Lo que distinguiría más fácilmente sería, primero, las sombras; después las imágenes de los hombres y demás objetos pintados sobre la superficie de las aguas; y, por último, los objetos mismos. Luego dirigiría sus miradas al cielo, al cual podría mirar más fácilmente durante la noche a la luz de la luna y de las estrellas que en pleno día a la luz del sol."

Tomado de:

Platón (2003) La República: Editorial Mestas, Madrid, España. Págs.: 245-247.

2 comentarios:

Romy Riq dijo...

cuando lo lei en mi escuela, me parecio facinante, por que era la primera vez que comprendia alg de filosofia....es un gran cuento...

Ronald Adolfo Orellana. dijo...

Beleth: las puertas de Luz Bella Averni, siempre estarán abiertas para vos. Saludos.