viernes, 12 de septiembre de 2008

UNA PÁGINA.

Una noche de estas, mientras esperaba el autobús; vi que la brisa arrastraba una página. Recordé entonces aquel verso de Girondo que dice: “¿Cuál será la intención de los papeles que se arrastran en los patios vacíos?”. La hoja llegó a mis pies, pensé que no perdería nada al recogerla: estaba quemada y estrujada. Era el recorte de un periódico. La extendí y leí su contenido. Trascribo para ustedes lo que encontré en ella:

“…Eran muchos soldados, se acercaron a la casa disparando a las gallinas y a los patos; mataban todo lo que veían. Sentimos un miedo terrible. Nunca se habían comportado de esa manera, venían frecuentemente al pueblo. Nos pedían agua del pozo y nos daban comida a cambio. No les temíamos, pero aquella tarde eran distintos.
En la casa estábamos mi madre, mis hermanos y yo. Cuando tumbaron la puerta nos apuntaron con sus armas y nos pidieron que saliéramos y fuéramos hacia el río. Cuando nos sacaron de la casa, mi madre gritó y nos dijo que huyéramos al refugio. Mis hermanas corrieron detrás de mí seguidas por mi madre con mis dos hermanos pequeños; el menor, de dos años. Entonces nos ametrallaron. Sentí como las balas me mordían la espalda y las piernas. Los cuerpos de mis hermanos cayeron sobre mí. Quería gritar y no podía: estaba aterrorizado y sentía un calor muy fuerte en mis heridas. No sabía si los cuerpos que se apilaban sobre mis espaldas estaban vivos o muertos. Yo vivía y estaba consciente. No sé cuanto tiempo me mantuve inmóvil y cayado. Me desmayé. Mientras estuve inconsciente creo que soñé, porque recuerdo vagas imágenes: me vi en una playa de arenas blancas, suaves como el talco, mientras caminaba descalzo mis huellas se evaporaban.
El frío de la madrugada me devolvió la conciencia. Desperté en una zanja, entre cadáveres apilados. Ya no vi a mi familia, los cadáveres que estaban conmigo eran otras personas. A mi lado había una mujer embarazada, recuerdo que tenía los ojos abiertos: fue como sí me estuviera mirando. Entre las sombras vi la silueta de un niño como de dos años, desnudo, barrigoncito, lloraba y repetía: ‘Mama, mama’.
Traté de salir como pude, pero la zanja estaba tan llena de cadáveres y de sangre. No podía andar, así que me abrí paso a empujones. Cuando logré salir de aquel revoltijo de muertos, me arrastré para llegar a un pozo porque tenía mucha sed. Me quedé allí, cerca del pozo. Todavía estaba oscuro, y se sentía un viento frío, así esperé a que amaneciera: quería ver a alguien, no importa a quien. Sentí miedo de estar sólo. Estaba a la expectativa de algún aldeano que me ayudara, o por lo menos un soldado que viniera a rematarme: cualquier opción era buena para mí.
Cuando clareó el día, los habitantes del otro pueblo se acercaron a ver lo que había pasado. Reconocieron los cadáveres y atendieron a los heridos (…)…

Aquí se interrumpe el texto.

2 comentarios:

_________________ dijo...

...Que lastima que la historia quede inconclusa, ahora pondré más cuidado a los papeles arrastrados por el viento, talves yo encuentre el final. besos

Ronald Adolfo Orellana. dijo...

´^ ^
( *-* )
( 0 0 )S HOLA Gatita.¡Qué sorpresa tenerte por aquí, de seguro entraste por la terraza!

BESOS....