Quedamos de reunirnos en un café
de la Calle Arce, yo te llevaba el tomo de las obras completas de Borges que me
prestaste. Tú traías un legajo de páginas
en un folder: eran mis cuentos, que días antes me habías pedido para hacer una
selección de lo que había producido durante el taller. Recuerdo que me dijiste,
con esa vos tuya, siempre parecida a un susurro: “…vaya, esto podría ser un
libro; estos cuentos tienen unidad…” yo recibí contento el folder, había
tenido tu visto bueno.
Luego hablamos de tu salud, de
cómo habías salido recientemente del hospital, y concertamos una nueva fecha
para tomarnos otra vez un café, y para hablar del proceso de mi libro; encuentro
que ya no se dio, porque me distancié de la literatura y tú te agravaste de
salud.
Recuerdo que la última vez que te
llamé por teléfono acababa de leer tu libro: “El Canto Aún Cantado”; porque
preparaba una charla sobre tu vida y obra para la biblioteca pública de Santa Ana,
te di las gracias por escribir el libro, te escuche cansado y prometí que te
llamaría de nuevo, no lo hice, porque tengo ese defecto de dejar las cosas para
después, hoy me lamento de no haberlo
hecho.
Luego entré en el remolino de la vida, el trabajo, etc., y mi indisciplina de pasar incomunicado, de desconectarme del mundo y de la gente. Me enteré de un homenaje que te hicieron recientemente, y no pude ir. Hoy mis lágrimas caen sobre el café, aquel café de vaso desechable que compartíamos en el taller, con mis compañeros, aquellos miércoles en los que yo me sentía verdaderamente feliz, por compartir esa literatura que siempre amamos.
Luego entré en el remolino de la vida, el trabajo, etc., y mi indisciplina de pasar incomunicado, de desconectarme del mundo y de la gente. Me enteré de un homenaje que te hicieron recientemente, y no pude ir. Hoy mis lágrimas caen sobre el café, aquel café de vaso desechable que compartíamos en el taller, con mis compañeros, aquellos miércoles en los que yo me sentía verdaderamente feliz, por compartir esa literatura que siempre amamos.
Maestro, gracias por habernos
regalado tu tiempo, gracias por tus enseñanzas, por compartir tu sonrisa de
niño y esa mirada limpia que nunca mancharon las vicisitudes y los años.
Sobre todo: gracias por escribir
y dejarnos tu literatura….