Los libros caían sobre mi máscara (y donde había un rictus de viejo moribundo), y las palabras me azotaban y un remolino de gente gritaba contra los libros, así que los eché todos a la hoguera para que el fuego deshiciera las palabras...
Y salió un humo azul diciendo adiós a los libros ya mi mano que escribe: “Rumpete libros, ne rumpant anima vestra”: que ardan, pues, los libros en los jardines y en los albañales y que se quemen mis versos sin salir de mis labios: el único emperador es el emperador del helado, con su sonrisa tosca, que imita a la naturaleza y su olor a queso podrido y vinagre. Sus labios no hablan y ante esa mudez me asombro, caigo estático de rodillas, ante el cadáver de la poesía.
01/03/1987
Tomado de:
Panero L. M. (1994) Poemas del Manicomio de Modragón. Poesía Hiperión. Madrid: España.
jueves, 29 de septiembre de 2011
[A QUIEN ME LEYERE (Leopoldo María Panero)]*
*[A guisa de prólogo en: Poemas del Manicomio de Mondragón ]
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