En una habitación oscura, sucia y lúgubre, hay un hombre fumando, con los ojos clavados, sin inmutarse, en una botella de cerveza a medio terminar. El cigarrillo humea, él le da otra calada que hace que se consuma en una gran estrella que le ilumina el rostro. Mientras una cucaracha se desliza por la mesa, se acerca a la cerveza que gotea, mueve sus patas delanteras sobre su cabeza, haciendo como si limpiara sus antenas; el insecto huye cuando una enorme mano, callosa y peluda, vuelve a levantar la botella de cerveza para darle un gran sorbo. Sólo unos pobres rayos de luz se cuelan por unas persianas dentro de esa habitación anegada de humo. El hombre se levanta del sillón desvencijado para ir al frigorífico y sacar otra cerveza, la destapa con la boca, y escupe la tapa. Afuera se oye un rumor de niños jugando, él husmea por una rendija de la persiana, ve mujeres que pasan, cargando bolsas de papel, con sus culos apretados, ve hombres conduciendo vehículos lujosos, ve muchachas jóvenes con sus novios del brazo. Cierra la persiana, vuelve a sus asuntos, afuera está la gente, pero a él no le importa, para él la compañía de ellos estorba.
Ese personaje dentro de la habitación oscura bien podría haber sido creado por Charles Bukowski, o podría haber sido él mismo, o cualquiera de nosotros, la verdad no importa, porque atiende a un arquetipo que todos conocemos, pero que saco a colación, porque fue un arquetipo muy explotado por el buen Charles Bukowski. Y hablando de este escritor, cabe la pregunta: ¿Quién era Bukowski? bástenos las respuestas: un cartero, un poeta, un apostador, un borracho, un viejo indecente, una especie de rockstar underground, un perdedor, o una lápida en cuyo epitafio se lee: "Don´t Try", podría ser cualquiera de esas cosas, o todas. No lo incluiré en un ismo, no me interesa que muchos lo hayan encasillado dentro de la llamada Generación Beat, u otros sostengan que él es considerado un icono de la decadencia de los Estados Unidos del siglo XX, no quiero decir más fechas entre su vida y muerte, ni nacionalidades: eso no importa; lo que importa, al fin y al cabo es lo que el escritor nos transmite, cuando estamos en ese momento, ya sea intimo o compartido, de leer sus escritos.
Hay una característica que siempre subyace después de leer algo de Bukowski, ya sea un cuento, un poema, una novela, e incluso, algunas de sus cartas personales: es su inexplicable ternura, una ternura que está mezclada con la violencia y la crueldad, pero ternura al fin y al cabo. Conmueve, sin ser sensiblero. Él es capaz de hablarte de pájaros azules que hacen llorar hasta a los hombres más duros, de perros gordos "con pelo marrón corto y ojos sonrientes". Toda la ternura que reúne, en los lugares menos esperados, es para mí tan extraña que puedo leer una serie de líneas donde describa como a un animal le muelen la cabeza a golpes, le aplanan el cráneo con un mazo hasta sacarle los ojos, y después hacernos lanzar un suspiro de enternecimiento al terminar la lectura del cuento. Él sabe que el sonido más triste, es aquel lamento del bovino en el rastro, ese sonido seco, que interrumpe el silencio de la madrugada.
Además de la ternura, leer a Bukowski, en muchos casos te transmite un sentimiento de soledad. Él sabe restregarnos en la cara que todos somos habitantes de la nada, habitamos un entremuro donde no sabemos si estamos existiendo o estamos muertos; el entremuro entre el corazón que palpita y la piedra fría. Todos vivimos a “solas con todo el mundo” habitando ciudades con millones de personas apretujadas en espacios mínimos, llenos de lugares donde "nadie encuentra al otro". Habitamos un mundo que se llena de inmundicia y nada más… esa soledad atiende a que nadie es capaz de amar a nadie. "Si tienes la capacidad de amar / amate a ti mismo primero” exhorta "Ya que finalmente, ningún amor funciona”. Siempre nos recuerdan que nadie es bueno con nadie, la soledad es lo único que existe: “Hay una soledad tan grande en este mundo / que podés verla en el lento movimiento de las agujas del reloj./ Gente tan cansada / mutilada / sea por amor o por no amor./ La gente no es buena con los demás / el rico no es bueno para el rico/ el pobre no es bueno para el pobre (…) el terror de una persona sufriendo en un lugar / sola… / sin que la toquen / ni le hablen / regando una planta. / La gente no es buena con los demás / la gente no es buena con los demás / la gente no es buena con los demás. / Supongo que nunca lo serán / no les pido que lo sean/ pero a veces pienso en eso…” (La Rotura)
La soledad se asemeja a la mutilación, el hombre solo es el hombre mutilado: le falta algo; los hombres son animales torturados, los inoculados de un veneno que se llama vida. La tristeza es tan grande que se materializa, en una herida, en una rotura. La gente en las colas, no son más que reses destazadas en el rastro, sobre los ganchos, esperando ser desmembradas. Pero nadie más puede expresar su dolor, nadie puede expresar la tristeza en la que todos viven, sólo el poeta, y por eso es vilipendiado, por eso se autoexilia de la sociedad, tiene que vivir encerrado en esa habitación oscura, porque a nadie le gusta que le recuerden su desgracia. Siempre recuerda a los demás la muerte, y nadie quiere saber de la muerte, dentro de esa habitación que huele a meados y muerte, dentro de su mente todo es entropía. El escritor se aísla para que nadie se moleste con su presencia, porque él es el que lleva sobre sus hombros todos esos animales muertos.
La vida es como sentarse a la mesa y comerse un pollo invisible, los demás comensales no lo saben, sólo el poeta advierte la trampa, y exhorta que el pollo es invisible, pero se gana el odio de los demás, que lo saben pero quieren seguir engañados. Todo mundo quiere vivir engañado. Leyendo libros de superación personal, soñando amores perfectos, de esos que les vende la publicidad, comparando la felicidad con el dinero; gastan sus vidas de esa forma pero nadie está verdaderamente vivo: “He buscado casi medio siglo/ y no lo he visto. / Un hombre vivo, verdaderamente vivo/ que cuando baje sus manos/ después de encender un cigarrillo / veas sus ojos /como los ojos de un tigre mirando el pasado / en el viento. / Pero cuando las manos bajan / son siempre / los otros ojos / que están ahí / siempre, siempre. / Y pronto será demasiado tarde para mí / y habré vivido una vida / con kioscos, / gatos, sábanas, saliva, / diarios, mujeres, puertas y otras cosas, / pero en ningún lado / un hombre vivo.”(Pobreza) La enumeración de objetos nos denota que inclusive, todas esas cosas, tienen más vida que las personas que el poeta ve a diario. La suplica se reproduce en el eco, nunca ha visto en toda su vida a un hombre que este realmente vivo: en los bares, en el hipódromo, el supermercado, en las calles, lo único que él puede ver son cadáveres, hombres que han perdido la vida en los ojos, zombies que pasean sus carnes nauseabundas, pululando gusanos, personas que se rindieron a seguir sus sueños, que ya no son niños, han perdido la inocencia, como él mismo se pregunta al terminar su poema Pensión de Mala Muerte: “Doblas la esquina / Y volvés a subir / la misma calle/ pensando/ todos esos hombres / fueron niños una vez / ¿qué les pasó?/ ¿Y qué me pasó a mi?” (Pensión de Mala Muerte)
El poeta habita una zona gris, el entremuro del que ya hemos hablado, pero él tiene la ventaja de poder consignar ese dolor y esa soledad, todo lo contrario a la gente que le rodea: “No puedo imaginar a la gente, / es difícil para mí imaginar a la gente, / quizás se sienten tan mal como yo / o casi tan mal. / Me pregunto qué hacen cuando se sienten mal / probablemente no hablan de eso. / Dicen: / "Mirá, está lloviendo" / es la mejor manera.” (Informe Meteorológico); si ignoran su dolor, no pueden llamarse seres humanos, están más cercanos a los animales, no tienen nada que envidiarle a “…un cerdo moviéndose en su chiquero en la noche / molestado por la lluvia, / (con) pequeños ojos como brasas de cigarrillo, / y su maldita cola…” (Informe Meteorológico, el paréntesis es mío) que sufre pero no razona, sigue mojándose, sigue revolcándose en el lodo. Pero el animal humano que Bukowski nos pinta es responsable de una doble falacia, la de impugnar a aquellos que si pueden consignar el dolor. Eso nos concluye que los demás seres humanos apestan, sus vidas son basureros, sus interiores están mucho peores que la habitación oscura, donde se acumulan en una esquina, colillas de cigarro y botellas vacías de cerveza. Él se siente mejor en su exilio: "Sin embargo soy afortunado: me deleito en la soledad, nunca voy a extrañar la multitud. "(Enfermo). Por eso el poeta es honesto, no quiere relacionarse con ellos, preferiría que no existieran; reflexiona sobre sus vidas, le parecen estólidas, carentes de sentido, nadie "tiene ojos en la cara ni corazón en el cuerpo" (Canción De Amor A La Inversa).
Su honestidad se refleja en su estilo, él busca una expresión más prosaica, nunca cae en el conservadurismo literario del que parten otros, del que le expugnan sus detractores para los cuales su lenguaje directo es antiliterario. Bukowski es de los que te hacen tirar la ceremoniosidad a un lado, porque en el fondo la vida no es ceremoniosa, todos sabemos que en esta vida nada funciona bien, por eso de nada nos sirve maquillarla. Bukowski nos muestra que la única solución a la vida es la literatura. Escribir es una forma de no estar esperando la muerte. Él mismo nos dice que "poner tus sentimientos por escrito es mejor que afeitarse" (Alubias Con Ajo). Él parte de la premisa, de que siempre necesitas el dolor para escribir, premisa propugnada por los malditos. Paradójicamente no es sólo su dolor personal el que le atormenta, él disfraza su "yo", que muchos le impugnan autobiográfico para esconder un "nosotros", de esta forma asume todas esas almas de animales muertos que lleva sobre sus hombros. En ese "yo" está contenido el "nosotros" su poesía autobiográfica y confesional transmutada en cifra colectiva, como aquella escueta frase de Rimbaud: "Yo es Otro". Sustentando lo anterior, a guisa de ejemplo, observamos también que en las raras ocasiones en las que él utiliza la tercera persona para expresarse es muy parecido a Los Hombres Vacíos de T. S. Eliot: “We are the hollow men / We are the stuffed men / Leaning together / Headpiece filled with straw. Alas!/ Our dried voices, when / We whisper together / Are quiet and meaningless / As wind in dry grass / Or rats' feet over broken glass / In our dry cellar.../ Shape without form, shade without colour,/ Paralysed force, gesture without motion..." (The Hollow Men). Uno de los ejemplos más claros pueden observarse en el poema El Padecimiento Continuo, cuando dice: "...no hay nada /que vaya a librarnos; /el dolor se asienta, el dolor flota, / el dolor espera, /el dolor está ahí..." (El Padecimiento Continuo. El subrayado es mío). Escondidos entre algunos versos, observamos otros símbolos que el poeta utiliza para representar el dolor por un lado, y la ternura por el otro, y que los utiliza, como un oxímoron, ya que tradicionalmente es algo que nos evoca lo contrario, esos símbolos están representados con dos colores: el color amarillo, que para muchos simboliza la alegría, en la literatura bukowskiana es el color más triste, él lo llama un "Amarillo Van Gogh", que nos evoca el impresionismo, y la paradoja de una vida triste y lúgubre, encasillada en un mundo ajeno al de la sociedad como fue la vida de Van Gogh. Los colores vivos de sus cuadros, los colores azul rey, y amarillo, adquieren una connotación distinta para Bukowski. Un mundo donde todo es amarillo, sin embargo, los contextos son tristes: "...y ya no había niebla / y a las ocho de la mañana / había una ardiente luz amarilla / de un amarillo Van Gohg / loca, / cegadora..." (No Tenemos Dinero, Tesoro, Pero Si Tenemos Lluvia); las alusiones a Van Gogh sobran, a ese pintor que no entendía muchas cosas de la vida, alienado de la realidad, marginado por la sociedad, por eso para Bukowski "es la razón por la que fue un pintor / tan grande" (Lo Que Hay Que Saber). Por otro lado el color Azul en el universo bukowskiano simboliza la ternura, basta la alusión al ya conocido poema: El Pájaro Azul, blablabla...
Pero no todo está perdido, hay algo que hace que toda esa nada que es la existencia valga la pena, y es el acto de escribir, "No hay felicidad más grande que la fluidez de las ideas sobre el papel": puede leerse en entre líneas en muchos de sus escritos. La vida no te da excusas para no crear, ella, con todo ese caos, es la mina que él explota. Bukowski, siendo un escritor transgresor, que sorbe el licor de cada palabra cual parroquiano en la barra de un bar, que necesita siempre ese elixir para hacer más soportable la vida, y estar entre la desesperación y la calma. Porque ante todo, para escribir se necesita la desesperación: "La agonía puede matar / o puede sustentar la vida / pero la paz es siempre horrible / la paz es la peor cosa (...) permanece angustiado / deslízate." (Abraza La Oscuridad). La desesperación, la insatisfacción y la desilusión son las claves para escribir. Por algo el poeta Miguel Ángel Sosa en su poema homónimo a nuestro autor lo llama el: "Abuelo apócrifo de los desesperados que teclean”. Bukowski, al escribir, se vuelve vocero de las demás personas a las que les duele la vida, a las que cada paso les resulta doloroso: "...sus pies y tobillos estaban hinchados y no podía / atarse los zapatos. / Cada día sobre la una del mediodía salíamos a dar un paseo / juntos y era un paseo muy lento: /Cada paso era doloroso para él. / Me gustaba: nunca me cuestionó / sobre que hacía o que dejaba de hacer / y lo que más me gustaba / era lo que decía una y otra vez: / "Nada vale la pena." / Era un sabio." (Mi Colega) Nada vale la pena, en su mundo, en este mundo, sólo la literatura, ya he mencionado el verso de Alubias Con Ajo: "poner tus sentimientos por escrito es mejor que afeitarse".
La tarde está cayendo, empieza a degradarse ese color amarillo que se cuela por las persianas. El hombre de la habitación oscura toma su chaqueta: sale a caminar. Cuando cierra la puerta, afuera ya es de noche. Abandona el umbral y recorre las aceras, las calles, los callejones, los bulevares y avenidas, pasa por kioscos, parques, cafés, basureros y hospitales; observa a los indigentes, a las putas, a los hombres en autos lujosos, que pasan llenado de luz los freeways; observa los edificios, la gente que se apresura para llegar a cualquier parte, a sus casas, a sus tristes y tontos trabajos, a sus reuniones y citas. Él sólo allí recolectado flores de ese circo patético que es la vida, en ese teatro donde él es un espectador. Luego regresa a su habitación, porque: "...Está oscuro y hace frío ahí fuera..." (Pensión De Mala Muerte).
Ese personaje dentro de la habitación oscura bien podría haber sido creado por Charles Bukowski, o podría haber sido él mismo, o cualquiera de nosotros, la verdad no importa, porque atiende a un arquetipo que todos conocemos, pero que saco a colación, porque fue un arquetipo muy explotado por el buen Charles Bukowski. Y hablando de este escritor, cabe la pregunta: ¿Quién era Bukowski? bástenos las respuestas: un cartero, un poeta, un apostador, un borracho, un viejo indecente, una especie de rockstar underground, un perdedor, o una lápida en cuyo epitafio se lee: "Don´t Try", podría ser cualquiera de esas cosas, o todas. No lo incluiré en un ismo, no me interesa que muchos lo hayan encasillado dentro de la llamada Generación Beat, u otros sostengan que él es considerado un icono de la decadencia de los Estados Unidos del siglo XX, no quiero decir más fechas entre su vida y muerte, ni nacionalidades: eso no importa; lo que importa, al fin y al cabo es lo que el escritor nos transmite, cuando estamos en ese momento, ya sea intimo o compartido, de leer sus escritos.
Hay una característica que siempre subyace después de leer algo de Bukowski, ya sea un cuento, un poema, una novela, e incluso, algunas de sus cartas personales: es su inexplicable ternura, una ternura que está mezclada con la violencia y la crueldad, pero ternura al fin y al cabo. Conmueve, sin ser sensiblero. Él es capaz de hablarte de pájaros azules que hacen llorar hasta a los hombres más duros, de perros gordos "con pelo marrón corto y ojos sonrientes". Toda la ternura que reúne, en los lugares menos esperados, es para mí tan extraña que puedo leer una serie de líneas donde describa como a un animal le muelen la cabeza a golpes, le aplanan el cráneo con un mazo hasta sacarle los ojos, y después hacernos lanzar un suspiro de enternecimiento al terminar la lectura del cuento. Él sabe que el sonido más triste, es aquel lamento del bovino en el rastro, ese sonido seco, que interrumpe el silencio de la madrugada.
Además de la ternura, leer a Bukowski, en muchos casos te transmite un sentimiento de soledad. Él sabe restregarnos en la cara que todos somos habitantes de la nada, habitamos un entremuro donde no sabemos si estamos existiendo o estamos muertos; el entremuro entre el corazón que palpita y la piedra fría. Todos vivimos a “solas con todo el mundo” habitando ciudades con millones de personas apretujadas en espacios mínimos, llenos de lugares donde "nadie encuentra al otro". Habitamos un mundo que se llena de inmundicia y nada más… esa soledad atiende a que nadie es capaz de amar a nadie. "Si tienes la capacidad de amar / amate a ti mismo primero” exhorta "Ya que finalmente, ningún amor funciona”. Siempre nos recuerdan que nadie es bueno con nadie, la soledad es lo único que existe: “Hay una soledad tan grande en este mundo / que podés verla en el lento movimiento de las agujas del reloj./ Gente tan cansada / mutilada / sea por amor o por no amor./ La gente no es buena con los demás / el rico no es bueno para el rico/ el pobre no es bueno para el pobre (…) el terror de una persona sufriendo en un lugar / sola… / sin que la toquen / ni le hablen / regando una planta. / La gente no es buena con los demás / la gente no es buena con los demás / la gente no es buena con los demás. / Supongo que nunca lo serán / no les pido que lo sean/ pero a veces pienso en eso…” (La Rotura)
La soledad se asemeja a la mutilación, el hombre solo es el hombre mutilado: le falta algo; los hombres son animales torturados, los inoculados de un veneno que se llama vida. La tristeza es tan grande que se materializa, en una herida, en una rotura. La gente en las colas, no son más que reses destazadas en el rastro, sobre los ganchos, esperando ser desmembradas. Pero nadie más puede expresar su dolor, nadie puede expresar la tristeza en la que todos viven, sólo el poeta, y por eso es vilipendiado, por eso se autoexilia de la sociedad, tiene que vivir encerrado en esa habitación oscura, porque a nadie le gusta que le recuerden su desgracia. Siempre recuerda a los demás la muerte, y nadie quiere saber de la muerte, dentro de esa habitación que huele a meados y muerte, dentro de su mente todo es entropía. El escritor se aísla para que nadie se moleste con su presencia, porque él es el que lleva sobre sus hombros todos esos animales muertos.
La vida es como sentarse a la mesa y comerse un pollo invisible, los demás comensales no lo saben, sólo el poeta advierte la trampa, y exhorta que el pollo es invisible, pero se gana el odio de los demás, que lo saben pero quieren seguir engañados. Todo mundo quiere vivir engañado. Leyendo libros de superación personal, soñando amores perfectos, de esos que les vende la publicidad, comparando la felicidad con el dinero; gastan sus vidas de esa forma pero nadie está verdaderamente vivo: “He buscado casi medio siglo/ y no lo he visto. / Un hombre vivo, verdaderamente vivo/ que cuando baje sus manos/ después de encender un cigarrillo / veas sus ojos /como los ojos de un tigre mirando el pasado / en el viento. / Pero cuando las manos bajan / son siempre / los otros ojos / que están ahí / siempre, siempre. / Y pronto será demasiado tarde para mí / y habré vivido una vida / con kioscos, / gatos, sábanas, saliva, / diarios, mujeres, puertas y otras cosas, / pero en ningún lado / un hombre vivo.”(Pobreza) La enumeración de objetos nos denota que inclusive, todas esas cosas, tienen más vida que las personas que el poeta ve a diario. La suplica se reproduce en el eco, nunca ha visto en toda su vida a un hombre que este realmente vivo: en los bares, en el hipódromo, el supermercado, en las calles, lo único que él puede ver son cadáveres, hombres que han perdido la vida en los ojos, zombies que pasean sus carnes nauseabundas, pululando gusanos, personas que se rindieron a seguir sus sueños, que ya no son niños, han perdido la inocencia, como él mismo se pregunta al terminar su poema Pensión de Mala Muerte: “Doblas la esquina / Y volvés a subir / la misma calle/ pensando/ todos esos hombres / fueron niños una vez / ¿qué les pasó?/ ¿Y qué me pasó a mi?” (Pensión de Mala Muerte)
El poeta habita una zona gris, el entremuro del que ya hemos hablado, pero él tiene la ventaja de poder consignar ese dolor y esa soledad, todo lo contrario a la gente que le rodea: “No puedo imaginar a la gente, / es difícil para mí imaginar a la gente, / quizás se sienten tan mal como yo / o casi tan mal. / Me pregunto qué hacen cuando se sienten mal / probablemente no hablan de eso. / Dicen: / "Mirá, está lloviendo" / es la mejor manera.” (Informe Meteorológico); si ignoran su dolor, no pueden llamarse seres humanos, están más cercanos a los animales, no tienen nada que envidiarle a “…un cerdo moviéndose en su chiquero en la noche / molestado por la lluvia, / (con) pequeños ojos como brasas de cigarrillo, / y su maldita cola…” (Informe Meteorológico, el paréntesis es mío) que sufre pero no razona, sigue mojándose, sigue revolcándose en el lodo. Pero el animal humano que Bukowski nos pinta es responsable de una doble falacia, la de impugnar a aquellos que si pueden consignar el dolor. Eso nos concluye que los demás seres humanos apestan, sus vidas son basureros, sus interiores están mucho peores que la habitación oscura, donde se acumulan en una esquina, colillas de cigarro y botellas vacías de cerveza. Él se siente mejor en su exilio: "Sin embargo soy afortunado: me deleito en la soledad, nunca voy a extrañar la multitud. "(Enfermo). Por eso el poeta es honesto, no quiere relacionarse con ellos, preferiría que no existieran; reflexiona sobre sus vidas, le parecen estólidas, carentes de sentido, nadie "tiene ojos en la cara ni corazón en el cuerpo" (Canción De Amor A La Inversa).
Su honestidad se refleja en su estilo, él busca una expresión más prosaica, nunca cae en el conservadurismo literario del que parten otros, del que le expugnan sus detractores para los cuales su lenguaje directo es antiliterario. Bukowski es de los que te hacen tirar la ceremoniosidad a un lado, porque en el fondo la vida no es ceremoniosa, todos sabemos que en esta vida nada funciona bien, por eso de nada nos sirve maquillarla. Bukowski nos muestra que la única solución a la vida es la literatura. Escribir es una forma de no estar esperando la muerte. Él mismo nos dice que "poner tus sentimientos por escrito es mejor que afeitarse" (Alubias Con Ajo). Él parte de la premisa, de que siempre necesitas el dolor para escribir, premisa propugnada por los malditos. Paradójicamente no es sólo su dolor personal el que le atormenta, él disfraza su "yo", que muchos le impugnan autobiográfico para esconder un "nosotros", de esta forma asume todas esas almas de animales muertos que lleva sobre sus hombros. En ese "yo" está contenido el "nosotros" su poesía autobiográfica y confesional transmutada en cifra colectiva, como aquella escueta frase de Rimbaud: "Yo es Otro". Sustentando lo anterior, a guisa de ejemplo, observamos también que en las raras ocasiones en las que él utiliza la tercera persona para expresarse es muy parecido a Los Hombres Vacíos de T. S. Eliot: “We are the hollow men / We are the stuffed men / Leaning together / Headpiece filled with straw. Alas!/ Our dried voices, when / We whisper together / Are quiet and meaningless / As wind in dry grass / Or rats' feet over broken glass / In our dry cellar.../ Shape without form, shade without colour,/ Paralysed force, gesture without motion..." (The Hollow Men). Uno de los ejemplos más claros pueden observarse en el poema El Padecimiento Continuo, cuando dice: "...no hay nada /que vaya a librarnos; /el dolor se asienta, el dolor flota, / el dolor espera, /el dolor está ahí..." (El Padecimiento Continuo. El subrayado es mío). Escondidos entre algunos versos, observamos otros símbolos que el poeta utiliza para representar el dolor por un lado, y la ternura por el otro, y que los utiliza, como un oxímoron, ya que tradicionalmente es algo que nos evoca lo contrario, esos símbolos están representados con dos colores: el color amarillo, que para muchos simboliza la alegría, en la literatura bukowskiana es el color más triste, él lo llama un "Amarillo Van Gogh", que nos evoca el impresionismo, y la paradoja de una vida triste y lúgubre, encasillada en un mundo ajeno al de la sociedad como fue la vida de Van Gogh. Los colores vivos de sus cuadros, los colores azul rey, y amarillo, adquieren una connotación distinta para Bukowski. Un mundo donde todo es amarillo, sin embargo, los contextos son tristes: "...y ya no había niebla / y a las ocho de la mañana / había una ardiente luz amarilla / de un amarillo Van Gohg / loca, / cegadora..." (No Tenemos Dinero, Tesoro, Pero Si Tenemos Lluvia); las alusiones a Van Gogh sobran, a ese pintor que no entendía muchas cosas de la vida, alienado de la realidad, marginado por la sociedad, por eso para Bukowski "es la razón por la que fue un pintor / tan grande" (Lo Que Hay Que Saber). Por otro lado el color Azul en el universo bukowskiano simboliza la ternura, basta la alusión al ya conocido poema: El Pájaro Azul, blablabla...
Pero no todo está perdido, hay algo que hace que toda esa nada que es la existencia valga la pena, y es el acto de escribir, "No hay felicidad más grande que la fluidez de las ideas sobre el papel": puede leerse en entre líneas en muchos de sus escritos. La vida no te da excusas para no crear, ella, con todo ese caos, es la mina que él explota. Bukowski, siendo un escritor transgresor, que sorbe el licor de cada palabra cual parroquiano en la barra de un bar, que necesita siempre ese elixir para hacer más soportable la vida, y estar entre la desesperación y la calma. Porque ante todo, para escribir se necesita la desesperación: "La agonía puede matar / o puede sustentar la vida / pero la paz es siempre horrible / la paz es la peor cosa (...) permanece angustiado / deslízate." (Abraza La Oscuridad). La desesperación, la insatisfacción y la desilusión son las claves para escribir. Por algo el poeta Miguel Ángel Sosa en su poema homónimo a nuestro autor lo llama el: "Abuelo apócrifo de los desesperados que teclean”. Bukowski, al escribir, se vuelve vocero de las demás personas a las que les duele la vida, a las que cada paso les resulta doloroso: "...sus pies y tobillos estaban hinchados y no podía / atarse los zapatos. / Cada día sobre la una del mediodía salíamos a dar un paseo / juntos y era un paseo muy lento: /Cada paso era doloroso para él. / Me gustaba: nunca me cuestionó / sobre que hacía o que dejaba de hacer / y lo que más me gustaba / era lo que decía una y otra vez: / "Nada vale la pena." / Era un sabio." (Mi Colega) Nada vale la pena, en su mundo, en este mundo, sólo la literatura, ya he mencionado el verso de Alubias Con Ajo: "poner tus sentimientos por escrito es mejor que afeitarse".
La tarde está cayendo, empieza a degradarse ese color amarillo que se cuela por las persianas. El hombre de la habitación oscura toma su chaqueta: sale a caminar. Cuando cierra la puerta, afuera ya es de noche. Abandona el umbral y recorre las aceras, las calles, los callejones, los bulevares y avenidas, pasa por kioscos, parques, cafés, basureros y hospitales; observa a los indigentes, a las putas, a los hombres en autos lujosos, que pasan llenado de luz los freeways; observa los edificios, la gente que se apresura para llegar a cualquier parte, a sus casas, a sus tristes y tontos trabajos, a sus reuniones y citas. Él sólo allí recolectado flores de ese circo patético que es la vida, en ese teatro donde él es un espectador. Luego regresa a su habitación, porque: "...Está oscuro y hace frío ahí fuera..." (Pensión De Mala Muerte).
San Bukowski, qué maestro. Muy bien, mi querido Ronald, muy bien escrito todo esto.
ResponderEliminarA mí también me ha fascinado desde siempre la ternura de Bukowski, esa forma que tiene de arrancarla hasta de las situaciones más sórdidas o grotescas, en pequeños detalles. Por ejemplo, en "Mujeres", cuando dice que no le gustan los besos en la boca porque "le parecen más íntimos que el sexo".
Dos cosas más: los que dicen que Bukowski se alinea con los beat están más ciegos que dios, y se ve que nunca han leído ni a uno ni a los otros, porque son totalmente distintos, desde la médula. Y en esa habitación que describes, te faltó un elemento fundamental: la música clásica.
Un abrazo, compadre
SANTIAGO:
ResponderEliminarSi... el buen Hank, nuestro Santo Patrono, deberíamos de instituir nuestra cofradía a nivel internacional, claro está, el día de la fiesta no tienen que hacer falta las bebidas embriagantes de todo tipo, y no nos olvidemos de las oficiales: La cerveza y el vino barato.
Yo quisiera proponerte como mayordomo de nuestra cofradía Bukowskiana, haznos el honor de presidirla.
Y tienes razón, me hizo falta la música clásica, que sería de Bukowski, sin Mahler y Bramms, recordemos que era una buena compañía del buen Hank en sus momentos creativos:
“Mahler suena en la radio se desliza con tanta fluidez, corriendo grandes riesgos; a uno le hace falta eso, a veces. Luego te mete esas largas subidas de potencia. Gracias, Mahler, tomo prestado de ti pero nunca te lo puedo devolver. Fumo demasiado, bebo demasiado, pero no puedo escribir demasiado, no hace más que seguir fluyendo, y yo pido más, y viene más y se mezcla con Mahler. (...) ¡Sigue dándole, Mahler! Tú has hecho que esta noche sea maravillosa. ¡No pares, hijo de puta! ¡No pares!...”
SALUDOS FRATERNOS CAMARADA... UN ABRAZO EN LA DISTANCIA, Y CERVEZAS EN ALTO POR BUKOWSKI...!!!