Calor. Risas y rumor de niños bañándose entre las fuentes de
las plazas públicas. Marzo siempre es luminoso. Con su olor a mar cristalino, olor
a salitre, aunque a veces también huele a salto al vacío. O mejor aún, Marzo
tiene olor a piernas de mujer. Siempre cargado de colores vivos: rojos,
naranjas, amarillos, azul eléctrico. Siento ese aroma azul de marzo entre los
dedos. Entre las risas que van a romperse a los acantilados. Colores y aromas
que explotan en los sentidos, que no existen más que para ser codificados por
nuestras pupilas.
Marzo nace tras las carcajadas de los niños que se lanzan
agua. Es un mes en el que las palomas azules frutecen de los techos. En marzo
vuelvo a ser niño y tengo miedo que el mes pase porque no quiero volverme
adulto de nuevo. Y frente a mi pecho que es un acantilado, vuelven a golpear
las olas.
Aunque los marzos me hayan quitado muchas cosas, siempre es
mi mes preferido del año. Marzo huye más allá de las paredes, afuera, en la
calle, el asfalto bulle como un caldo hirviente, el aire está denso, como la
atmosfera de un bar, sin embargo, la mayoría disfrutamos de marzo.
El año sobrevivirá… gracias a Marzo.
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