Estoy dentro de un estrecho cubo en el que apenas puedo permanecer en cuclillas. Forzando mí cuerpo contra las paredes logro destruirlo, y salgo, como si lo hiciera de un huevo, a otro cubo más grande, en el que por lo menos (aunque encorvado) puedo mantenerme de pie: todo está oscuro, sólo unas pocas luciérnagas iluminan con sus destellos a mí alrededor. Dando golpes con las manos, logro abrir un hueco por el que salgo a un cubo del tamaño de una habitación. Donde, al menos, puedo dar pequeños paseos alrededor de las paredes. Hay grama en el suelo, hongos y caracoles en las baldosas húmedas. Permanezco sentado en un rincón, observando a un caracol que se desliza sobre la pared cubierta de líquenes[*]. Luego, me aterro al notar que el caracol empieza a hincharse en forma monstruosa, dejando poco espacio en la pieza y obligándome a retroceder. Vuelvo a estrellarme contra las paredes, para salir, dando puñetazos logro abrir otro hueco, donde entro a una casa abandonada que está rodeada por un enorme jardín. Salgo por una ventana, y empiezo a caminar por un bosque nebuloso. Pronto estoy frente a una muralla, a la que subo por una escalera que me lleva a un pasadizo: camino por el pasadizo que se va tornando más oscuro a cada paso, hasta que me ciega una luz repentina, que se abre siendo las puertas de un elevador, salgo del elevador a un piso. Veo a mi alrededor, todo está impecable: bonitos muebles, las lámparas, el color de las paredes; sobre la mesa de centro, están servidos dos vasos de ron con hielo, al fondo, a través de las ventanas, la vista de una ciudad nocturna: las siluetas de los demás edificios, sus luces, avenidas fluidas de tráfico. Me acerco, veo mi rostro lechoso reflejado en los cristales, extiendo mi mano y apoyo mi nariz en el vidrio que se empaña con mi respiración. De pronto, escucho el chirrido de una puerta que se abre, volteo, y veo que sale de allí un hombre de mediana edad, muy parecido a mi; él me mira como lo que soy: un intruso, advierto que no puedo estar allí, así es que me lanzo contra las ventanas, caigo del edificio a la acera, me pongo de pie, me sacudo los vidrios de la ropa, y empiezo a caminar hacía el horizonte. No me puedo detener, ahora tengo que seguir a la imaginación hacía donde vaya.
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[*]El caracol construye su concha desde dentro. Por su cuerpo translucido, puede verse como la babosa va formando su caparazón en el estomago, dejando expuestos a la vista los bellos colores de la que será su coraza. Cuando el caracol empieza a madurar, se invierte, dejando su casa y esqueleto, al exterior.
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[*]El caracol construye su concha desde dentro. Por su cuerpo translucido, puede verse como la babosa va formando su caparazón en el estomago, dejando expuestos a la vista los bellos colores de la que será su coraza. Cuando el caracol empieza a madurar, se invierte, dejando su casa y esqueleto, al exterior.