De légamos profundos, inconforme,
levantándose absurda, desmedida,
monstruosa de protestas,
agria voz que me agobia,
que me empuja,
que me alza y me sumerge.
Ronca voz que desconoce las palabras,
ancho grito sin fondo,
hosco alarido
descubriéndome entrañas ignoradas,
estrujándome perdidos corazones,
ahogándome gargantas imprecisas.
Ola de agua sin cauce,
inopinada,
violento viento ardiente sin fronteras,
oscurecida vos mía y ajena resonando en oídos que siempre la esperaron,
envolviendo la sangre en venas nuevas,
encendiendo otros ojos,
desatando otra lengua.
Enmohecidos brazos la enarbolan,
puños que antes colgaban levantados,
ruda testuz erguida
negándose al yugo y al inútil arado.
¿De dónde vino a mí?
¿De donde fue en nosotros?
¿Quién arrojó semillas a los surcos hambrientos?
¿Desde cuándo eran nuestras las estrellas?
De aquí, de allá, ellos, nosotros, desde siempre.
Para qué preguntar.
Lento buzo de fuente humilde y minima
trajo palabra antípoda para la voz alzada.
desbordada respuesta, ancha, sin tregua,
palpitando en las vértebras mismas de interrogaciones.
médula joven mía, tensa y firme.
ecos moribundos de palabras mudas...
ResponderEliminares un honor leerte otra vez
Y para mi es un honor que tu me visites.
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