sábado, 8 de marzo de 2008

UN HOMBRE.

Ronald Orellana.

Después de la disolución de las lenguas, tras la caída de la torre de Babel, un hombre entre tantos, quería comunicarse con sus coetáneos. Nadie tomaba importancia al individuo de aspecto desaliñado y cabellera enmarañada, crecida sin más pretensión que el azar. Caminó por la arena que quemaba sus pies, tenia algo importante, algo que decir, algo que contar, si importaba para él, también importaba para sus contemporáneos: examinó sus frentes, ellos también tenían dos brazos, observó sus manos que también eran similares a las de él; la pisada hoyando la arena, que se parecía a las huellas dejadas por los demás, <<no a la de los animales>> reflexionó en su idioma, y añadió: <<¿Porqué estos hombres que son de mi misma naturaleza, están dando vueltas sin sentido en cosas banales y no me escuchan, si tienen manos marcadas por la zarza, piel terrosa y no reptan como el crótalo(1)? Es importante para ellos lo que les tengo que decir, porque es importante para mi>>. Pero todos iban sin rumbo, podía verse sus siluetas errantes, contrastando con los colores del crepúsculo.

Cierto día en un desfiladero, nuestro hombre se cortó el pie en una roca, vertiendo caudales de grana, caminó entre la caliza y en la arena descubrió que sus huellas dejaban rastro,…fácil de seguir por lobos y coyotes, pero también descubrió que esa mancha se disponía en forma irregular. <<No parecida al dibujo de la luna ni la forma de las montañas >>. Dibujando extraños trazos retrocedió, una marca llamó su atención, para ser explícitos fue la primera que vio, y de la cual hemos conservado este pictograma:

Este signo ha sido estudiado por etimólogos, filólogos, sinólogos, antropólogos y gramáticos y aún no se ha encontrado equivalente o parecido en los alfabetos Sumerio, Griego o Etrusco, que nos puedan brindar la clave para saber el precedente de ellos.

Le tomo años diseñar una serie de tres signos.

Al verlo agachado hendiendo la arena, los transeúntes lo circundaron, llamó su atención lo que nuestro hombre hacia, lo rodearon, así fue como empezó a enseñarles los signos que en su número posible de combinaciones y aglutinaciones narraba la historia que él quería contar.

Una sociedad secreta denominada El círculo de sabios, se dio a la tarea de desentrañar la identidad de este individuo, pero hasta la fecha todos esos esfuerzos han sido inútiles. Hoy sólo sabemos que fue UN HOMBRE.


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1. ΌΦίς: Según el manuscrito original encontrado en un royo de papiros cerca del mediterráneo. Nota del editor.

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