En estos últimos meses, debido a las
circunstancias que estaba atravesando (mi nueva rutina adaptándome a un nuevo
domicilio, la enfermedad y posterior intervención quirúrgica de mi madre, las
noches de profunda soledad) inicié el rito de relecturas de “El
Extranjero”, de Albert Camus.
Para ser un hombre que ya rebasa la tercera
década de su vida, ese libro tan sencillo me resultó por lo demás tortuoso,
pues ya no lo veo como cuando era un adolecente de primaria; al que se le
obliga a leerlo como parte del plan curricular de lenguaje y literatura de
noveno grado.
En específico, el personaje principal: ese casi autómata que desdeña de todo, al que dentro de la atmósfera de la novela, los demás personajes tildan de "INSENSIBLE", me parece por lo demás entrañable. Llego hasta sentir, que Meursault, es más real, (a pesar de ser un personaje de ficción) y más vivo, que muchas de las personas que conozco en mí día a día. Ese hombre solitario, que prefiere estar sólo al bullicio que le ofrece la compañía. Hombre de costumbres acéticas, que no quiere nada con el mundo, sin embargo el mundo (los demás) no escatiman en buscarlo, en tratar de enmarañarlo con sus problemas y afectos, que a él nada interesan: es el caso, por ejemplo, del personaje de Raimundo, por quién Meursault se ve metido en problemas; y María, que por todos los medios trata de imponerle su amor al personaje.
Al pasar por todos los antecedentes, y posteriores efectos que desencadenan el hecho de que Meusrsault salga de su área de confort al abrise a los demás, y el problema en su vida que eso desencadena, uno no puede hacer más que comprender su comportamiento, y aseptarlo, como el único personaje verdaderamente cuerdo en toda la novela.
En específico, el personaje principal: ese casi autómata que desdeña de todo, al que dentro de la atmósfera de la novela, los demás personajes tildan de "INSENSIBLE", me parece por lo demás entrañable. Llego hasta sentir, que Meursault, es más real, (a pesar de ser un personaje de ficción) y más vivo, que muchas de las personas que conozco en mí día a día. Ese hombre solitario, que prefiere estar sólo al bullicio que le ofrece la compañía. Hombre de costumbres acéticas, que no quiere nada con el mundo, sin embargo el mundo (los demás) no escatiman en buscarlo, en tratar de enmarañarlo con sus problemas y afectos, que a él nada interesan: es el caso, por ejemplo, del personaje de Raimundo, por quién Meursault se ve metido en problemas; y María, que por todos los medios trata de imponerle su amor al personaje.
Al pasar por todos los antecedentes, y posteriores efectos que desencadenan el hecho de que Meusrsault salga de su área de confort al abrise a los demás, y el problema en su vida que eso desencadena, uno no puede hacer más que comprender su comportamiento, y aseptarlo, como el único personaje verdaderamente cuerdo en toda la novela.
Al seguir en compañía de “El Extranjero”, no
puedo más que agradecerle al autor por habernos legado a ese personaje, tan
vivo, tan real, con el que me siento tan identificado y que hoy acompaña mis noches en vela.
Ojalá algún día un personaje como ese hable a través
de mis narraciones.